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ORLANDO DICE

Lo delicado de la ley

¿POR QUÉ AHORA? Lo que se dice ahora de la Ley de Partidos, considerándola impracticable, pudo haberse dicho hace tiempo, antes de que se suscitara el actual debate. Señalé en su momento que no entendía por qué la comisión bicameral arrancaba de cero si el proyecto estaba consensuado en su mayor parte. De tanto ir y venir muchos de sus puntos se daban por sobreentendidos, y aprobados de antemano. Sin embargo, decidieron su protocolo y llovieron sobre mojado, y hasta se jactaban de lo rápido que iban y de lo poco que faltaba. Como era de esperarse, llegaron a la zona de los lodos y el vehículo se enchivó. Ni para atrás ni para alante. Incluso quisieron acelerar visitando partidos y líderes, y fue peor, las gomas se hundían más. Ahora la honestidad y la sinceridad saltan al frente y los interesados confiesan sus penas, ninguna nueva, las mismas de siempre, y brota la impotencia. Los comisionados no saben qué hacer, pues si fuerzan un informe, este será cojo, o pata mocha, y con muletas puede caminarse, pero nunca correr. Y hay prisa, pues los plazos se cumplen, las fechas se acercan, y no se pueden improvisar notas de calle en una sala de concierto...

HISTORIAS.- La historia es reciente, y como quiera se olvida. Se olvida, por ejemplo, que los cuatro grandes llegaron a un consenso en la Madre y Maestra, cuando todavía monseñor Agripino Núñez era rector y el presidente de la Junta Central Electoral era Roberto Rosario. Campo corto y segunda base de buen brazo y efectivos en doble jugadas. Lo que ocurrió entonces, ocurrió, pero eso no evitaba que la nueva discusión fuera de seguimiento o que se aplicaran los mismos términos. El inconveniente en esa ocasión se mantiene, aun cuando se entendía superado: Identificar o no las fuentes de financiamiento, o particularmente los cotizantes o donantes privados, de los que se quería nombres y apellidos o empresas. Eran los escrúpulos de María Gargajo sin que estuviera de por medio la sartén con aceite caliente. Igualmente se olvida que después de las elecciones, cuando quiso asumirse la Ley de Partidos y el propio Presidente de la República, ya reelecto, hizo compromiso público, la oposición dijo que primero la conformación de la Junta Central Electoral, del Tribunal Superior Electoral, e incluso la Cámara de Cuentas. No se quería reparto, pero se creaban las condiciones de reparto. Al final el reparto se dio de una manera que solo conocen los que cortan bacalao y para satisfacción de todos aseguran que es noruego...

NO CONFIABLE.- Ahora se hace de las primarias el problema mayor, y sobre todo del padrón, si abierto o cerrado, aun cuando se sabe que el padrón de los partidos no es confiable. Lo sabe cada organización política por experiencia propia, y a la inconsistencia de ese registro se deben todas las dificultades. No es capricho considerar la nómina de votantes de la Junta Central Electoral, pues hecha poco a poco y vigilada por los partidos, su solvencia estaría garantizada. Además, y es importante resaltarlo, no se preparó pensando en que serviría a los fines internos de los partidos. Las declaraciones del exvicepresidente Rafael Alburquerque constituyen una alarma fallida. La coyuntura no tiene culpa de que los partidos no se ocuparan de llevar una contabilidad exacta de sus miembros. El PLD, su partido, es el mejor ejemplo. Un compañero suyo de tendencia lo descalificó, y los organismos de dirección aprobaron hacer otro que se corresponda mejor con la realidad. ¿Qué sucederá finalmente? En el PRM se estaría contemplando la posibilidad de un padrón semi-abierto, que sería el mismo de la JCE, solo que excluyendo a los peledeístas, los reformistas, y a los perredeístas, de los que no se duda irían a votar por Hipólito Mejía...

LOS TOPES. El financiamiento es una cuestión rara, pues tiene tres pespuntes. No es lo mismo el costo de las primarias llevadas a cabo por la Junta Central Electoral, que la inversión en campaña interna o el gasto superior en elecciones nacionales. Lo de las primarias fue resuelto en uno de los tantos intentos por consensuar la Ley. El gasto sería descontado por la JCE de los fondos que entrega cada mes a los partidos. El organismo por tanto no sería afectado en sus finanzas, ni necesitaría de recursos adicionales. Como apropiadamente reza el refrán “del cuero saldría la correa”. Lo del tope del financiamiento en campaña sí que es un aspecto delicado, pero no tanto porque el dinero sea lo más decisivo, sino porque el candidato oficial siempre estará en mejores condiciones que el opositor de que se llenen sus bolsillos. La experiencia, sin embargo, entrecomilla la situación. Desde la oposición se le gana al gobierno: Hipólito Mejía a Danilo Medina, Leonel Fernández a Mejía. La potencia de un candidato se impone por otros medios. Llama la atención que Medina y Fernández no discrepan en el financiamiento ni en el tope. Han estado en campaña más de una vez y saben que las campañas cuestan, y mucho...

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