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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Gregorio, el grande, cónsul de Dios

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Gregorio nació hacia el 540, hijo de una vieja y rica familia senatorial romana. Dos de sus familiares habían sido papas, Félix III (Ü 492) y Agapito (Ü 536). Su padre, fue un alto oficial de la administración pontificia. Gregorio llegaría a ser el funcionario de más alto rango en la administración romana. Hacia el 574 se retiró de la administración pública para dedicarse a la oración y al estudio junto a una comunidad de monjes que él mismo había fundado. Con los recursos de su familia llegaría a fundar otros seis monasterios, todos marcados por la regla de San Benito. En el siglo VI, los ejércitos de Justiniano (527 - 565) les dieron un respiro a los católicos de Italia, especialmente al papa, oprimidos hasta entonces por bárbaros arrianos. Pero Justiniano, trataba al papa como si fuese un subordinado. A su muerte en el 565, Bizancio posee en Occidente territorios extensos, pero ¡está en quiebra!

Ya a partir del 568, los lombardos arrianos son una amenaza para el Papa. La comunicación con la católica y bizantina Rávena, está cortada. Los Papas necesitarán tener un embajador permanente en Bizancio para comunicar sus necesidades.

En el 579, el Papa reinante (Benedicto I o Pelagio II) luego de ordenar diácono a Gregorio, lo envió a Bizancio como apocrisario (embajador). De allá le llamó en el 586 Pelagio II, desencantado con el fruto de las gestiones de Gregorio, ahora de nuevo monje y asesor del Papa. Gregorio mostró unas extraordinarias habilidades administrativas durante las inundaciones del invierno del 589 - 590, luego vino el hambre y una epidemia, en la que también murió el Papa Pelagio. La elección de Gregorio como sucesor fue espontánea. Hay leyendas sobre sus planes de huida y el uso de su influencia ante el emperador de Bizancio para no ser confirmado en el cargo. De hecho, este patricio enfermo, que pasó gran parte de su pontificado en cama y apenas predicó alguna de las homilías redactadas por él, (Drobner sostiene que ¡ninguna!, 2001: 562), fue un dedicado romano pontífice de quien se conservan más de 857 cartas e instrucciones. Gregorio había compuesto “La Regla Pastoral”, y ella le orientó en las múltiples obligaciones como obispo y Papa, tal y como lo haría con Juan XXIII, quien siempre lo consideró su libro favorito. Cuidó de las propiedades de la Iglesia en Italia, Sicilia, Cerdeña, el norte de África, las Galias y la Dalmacia. De ahí salieron los recursos para socorrer a los refugiados de las invasiones lombardas y a los pobres. Se entendió bien con los emperadores de Bizancio.

Hubo tensión cuando Gregorio asumió el rol de negociador para llegar a un acuerdo definitivo con los lombardos y cuando el patriarca de Constantinopla comenzó a llamarse “ecuménico” (patriarca del mundo conocido), a lo que Gregorio respondió inventando un título empleado por los Papas hasta el día de hoy: “Siervo de los siervos de Cristo”. Gregorio logró bautizar católico a Adaloaldo, hijo de rey lombardo.

En el 596 envió como misionero al Abad de San Andrés, San Agustín, con 40 monjes, a misionar en la isla de Britania. En las décadas siguientes, de Britania partirían importantes misiones hacia el continente, particularmente entre los pueblos de las Galias y la Alemania actual. Esos misioneros mantuvieron su amor y veneración a Roma y así también lo conservaron todos los pueblos que ellos evangelizaron. Volveremos sobre el tema.

Gregorio reformó y sistematizó el canto litúrgico (de ahí, el canto gregoriano), promovió de modo entusiasta la vida monacal y consolidó firmemente la autoridad del Pontificado y la independencia de su ministerio de todo poder secular.

La Iglesia de Occidente cuenta con cuatro grandes doctores: Ambrosio, Jerónimo, Agustín y Gregorio. La lápida de su tumba reza: “El Cónsul de Dios”.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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