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Neuro-educación para la calidad

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Margarita CedeñoSanto Domingo

La región de América Latina y El Caribe no podrá superar sus pobres resultados en las evaluaciones de aprendizaje, sin abordar la raíz del bajo rendimiento en matemáticas, de las limitaciones en la comprensión lectora y el mal desempeño en las áreas de ciencias.

La neurociencia nos ha confirmado que la clave de una mejor educación está en el cerebro y que las capacidades cognitivas deben ser desarrolladas desde la primera infancia.

En la medida en que la región asumió el reto de mejorar sus sistemas educativos, nos colocamos frente a un Goliat de grandes dimensiones. Dimos prioridad a la universalización de la enseñanza, es decir, que existieran suficientes espacios educativos para que todos y todas pudiesen asistir a recibir el llamado pan de la enseñanza.

Pero a la vez, nos dedicamos a fortalecer y mejorar los métodos de enseñanza, a incluir alimentación escolar y a la mejora de las condiciones laborales de los maestros. De igual manera, en la medida en que nos insertamos en un mundo globalizado, atendimos los requerimientos de cambios sustanciales en los contenidos de la enseñanza.

Hoy en día, destinamos 2,800 millones de dólares a la educación, el equivalente a alrededor del 30% del presupuesto nacional, que es lo mismo que decir, 30 pesos de cada 100 que entran al Estado Dominicano. Pero con tantos frentes abiertos al mismo tiempo, igual que le ha pasado a toda la región, nos hemos perdido de la revolución que la neurociencia estaba trayendo al sistema educativo.

La neuro-educación es una nueva visión de la enseñanza basada en el órgano del cerebro, que si bien nos aplica a todos sin importar la edad, por la consabida plasticidad del cerebro, donde más beneficios deja es en la etapa que cubre desde la infancia a la adolescencia, es decir desde el preescolar hasta que concluye el ciclo escolar.

Este nuevo enfoque demanda que los maestros se planteen nuevas inquietudes: ¿Cómo funciona el cerebro de un niño o de un adolescente? ¿Cómo puedo generar en ellos los procesos químicos necesarios para que el aprendizaje sea más eficiente? ¿Cómo puedo interpretar el difícil tránsito entre la infancia, la niñez y la adolescencia, para que los estudiantes no pierdan el interés por el conocimiento?

Como decía Leslie Hart, en su gran obra “El cerebro humano y el aprendizaje”, hoy en día tenemos la oportunidad de implementar un nuevo acercamiento a la educación, basado en el conocimiento científico. Hoy en día, los países más desarrollados y aquellos que aspiran a serlo apuestan a consolidar sociedades del conocimiento Para ello, nuestro capital mental, es decir, los recursos cognitivos y emocionales para desarrollar el potencial de cada ciudadano, es la herramienta que más debemos cuidar y estimular.

El conocimiento es la gran apuesta de América Latina y El Caribe para este siglo XXI. Para acabar con la miseria, con la pobreza y con la exclusión, necesitamos hacer realidad un nuevo paradigma en la educación, de la mano de la neurociencia. Como decía Facundo Manes: “sólo el conocimiento nos permite anticipar las crisis, reducir brechas sociales y económicas, aprovechar oportunidades y agregar valor a lo que producimos.”

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