Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

San Agustín y el saqueo de Roma en el 410

Avatar del Listín Diario
Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

La noche tormentosa del 24 de agosto del 410, Alarico y sus godos, entraron en Roma por la puerta Salaria. Alarico concedió a sus tropas tres días y tres noches de pillaje. Perdonó solamente las iglesias cristianas, en las cuales muchos escaparon a la muerte.

San Jerónimo reaccionó así: “La antorcha clarísima que iluminaba toda la tierra se ha apagado, el Imperio romano ha sido decapitado y en una sola ciudad ha perecido todo el mundo”.

Algunos romanos culparon a los cristianos de la caída de Roma. San Agustín los defendió en La Ciudad de Dios, escrita entre el 412 y el 427, concluida tres años antes de su muerte.

En una de sus cartas, Agustín volverá a defender a la Iglesia Católica así: “los que dicen que la doctrina de Cristo es enemiga de la república, dennos un ejército de soldados tales cuales los exige la doctrina de Cristo; dennos tales jefes de provincias, tales esposos, tales padres, tales siervos, tales reyes, tales jueces, tales recaudadores y cobradores de impuestos, como los quiere la doctrina cristiana, y atrévanse a decir que es enemiga de la república. No duden en confesar que si se la obedeciera prestaría un gran vigor a la república”. Carta Nro. 138.

En resumen, Agustín señalaba que el Imperio romano llegó a ser frágil, porque sus ciudadanos no vivieron las implicaciones de su fe. Agustín mantuvo la esperanza a pesar del derrumbe de su mundo cultural. “A lo mejor Roma ha muerto, para que los romanos no perezcan”. Los hombres y las mujeres eran más importantes que las instituciones y las obras de arte. Exhortó a los jóvenes: “no permanezcan atados al mundo antiguo. No se nieguen a crecer jóvenes en Cristo.”

Edward Gibbon en su Historia de la caída del Imperio Romano (1776 - 1787)

responsabilizó a la Iglesia católica, por interesar a los fieles en la vida futura, descuidando las virtudes relevantes para la vida social, por apoyar los monasterios y no al ejército. Añádase, sostenía Gibbon, los frecuentes enfrentamientos teológicos que ponían a los Emperadores a atender más a los sínodos que a los campamentos militares. Es cierto que en más 1800 púlpitos se predicaba la sumisión al Emperador y que el cristianismo amansó a los bárbaros. Otras interpretaciones de los siglos XIX y XX contrastan con las de Gibbon. A. Piganiol las resumió así: Según O. Seeck, el factor crucial fue la destrucción sistemática de las élites. W. Weber señaló la enorme concentración de la propiedad; C. Barbagallo y W.D. Gray, los gastos excesivos del Estado, consecuencias del abuso de la centralización; E. Kornemann, la excesiva reducción del número de soldados, de la cual serían responsables Augusto y Adriano. El mismo Piganiol avanzó su propia tesis: “yo considero que la causa esencial fue el desplazamiento del eje comercial. Las riquezas se habían concentrado en un primer momento alrededor del Mediterráneo. Ahora la actividad se desplaza hacia el eje Rin-Danubio, a lo largo del cual nacen estados semi-romanos y semi-bárbaros, en las fronteras de la Germania y la Romania”. (Ver, Armando Saitta, Guía Crítica de la Historia Antigua,1980, 211).

Personalmente, me convence más, Henry Chadwick: la Iglesia proponía una sociedad alterna con una estructura para hacer carrera y unas lealtades que competían con las del estado. Le quitó soldados, administradores, comerciantes y manufactureros útiles al estado. El Obispo San Ambrosio dejó una gobernación provincial, el millonario Paulinus vendió sus pertenencias para retirarse a un monasterio. Las divisiones dogmáticas debilitaron la unidad (The Oxford History of the Classical World, 1986).

El significado extraordinario e imperecedero de Agustín se transparenta en la tesis doctoral de Henri Irenée Marrou (Ü1977), San Agustín y el fin de la cultura antigua (1937). Sus sucesores surgieron penosamente de las ruinas.

EL AUTOR ES PROFESOR ASOCIADO DE LA PUCMM, MMAZA@PUCMM.EDU.DO

Tags relacionados