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EN LA RUTA

La contamina...

No creo que exista una sola persona que no esté de acuerdo en combatir la corrupción y poner fin a la impunidad. La esencia del denominado movimiento Marcha Verde es una muestra de ese clamor colectivo que reclama la instalación de un verdadero régimen de consecuencias que aplique castigo a todos los culpables y que erradiquemos la regla del juego no limpio. Sin embargo, una cosa es el reclamo cívico, ordenado y decente con el que todos estamos de acuerdo, y otra, inaceptablemente diferente, es el llamado tremendista a la subversión porque la gente lo que quiere es justicia, no caos.

De ahí lo desafortunado de las destempladas palabras del padre Rogelio Cruz, uno de los íconos de la iniciativa verde, quien en medio de una concentración anticorrupción efectuada el domingo en Azua, dijo que ante la alegada incapacidad del gobierno para resolver los problemas había que tumbarlo (...).

Expresiones que si hubiesen sido dichas bajo tragos o en un ambiente jovial entre gente que no tiene nada que perder ni nada que pensar fueran entendibles, pero que manifestadas de forma pública y en un escenario de protesta con ánimos caldeados, resultan incitantes, temerarias, irresponsables y contaminantes.

Para nadie es un secreto que en la marcha verde convergen muchos intereses (sociales, políticos y económicos) y no necesariamente todos puros como lo admitiera el propio padre Rogelio el 7 de abril al reconocer que allí había de todo tipo de personas (...) y que el movimiento había que “purificarlo”.

La marcha tiene padrinos y mecenas muy fuertes porque trasladar, vestir y alimentar gente, máxime si es de forma masiva, reiterada, y programada, implica toda una logística que cuesta dinero. El asunto es que cada padrino también tiene su propia agenda la que no siempre conocen los ciudadanos, y hay calenturientos que apuestan a un desbarajuste. Nadie duda de la integridad del sacerdote salesiano, caracterizado por la vehemencia, carácter atípico y efervescente, pero su infeliz resorte, quizás para llamar la atención, afecta el espíritu primigenio de la lucha que no debe ser desestabilizar sino el de reclamar justicia. Y es que resulta un contrasentido que una herramienta democrática como lo es la movilización pacífica sea desvirtuada con una sugerencia tan antidemocrática.

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