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Presidente, ¡se nos muere “La Trinitaria”!

Una biblioteca, un anciano o una librería, cuando muere o desaparece, es una memoria que se extingue. En un debate en la Comunidad Europea sobre pensiones y retiros, Ibrahim Boubakar Keita, escribió una nota que decía: “En mi cultura se dice que un viejo que muere es una biblioteca que arde”. Hubo un tiempo que la ciudad pequeña de Santo Domingo, estuvo llena de pequeñas y grandes librerías. Por doquier se levantaban librerías familiares, recodos en el camino diario, donde la inteligencia dominicana acudía con presteza, recorría con deleite. Recuerdo siendo casi un niño, cuando en enero de 1965, llegó al país, “Crisis de la Democracia”, de Juan Bosch, obra donde explicaba de manera brillante cómo se urdió el golpe de Estado de septiembre de 1963, y hacía un análisis crítico de la sociedad dominicana. La obra se agotó en horas. La Librería Dominicana de Julio Postigo, en la calle de Las Mercedes, se convirtió en un hervidero humano de gente procurando el libro. Entonces, a alguien se le ocurrió alquilar el libro por horas o días para que la gente lo leyera. Fue en el cinturón de pequeñas librerías de la ciudad colonial, de Ciudad Nueva, la avenida Mella, de Villa Francisca, donde esta obra alcanzó la mayor demanda de lecturas. Con el paso de la “post modernidad”, y ahora de la “post verdad”, casi no quedan librerías en Santo Domingo, me refiero a que han desaparecido cientos de establecimientos de modesta variedad, que ofertaban libros y otras publicaciones. En esas librerías se dieron tertulias, encuentros, discusiones dignas de ser reseñadas. La era digital no entraña la desaparición de los textos escritos en papel, de los libros físicos, si así fuera, las Ferias del Libro en Guadalajara, en Buenos Aires, en Madrid, en París, no tuvieran el éxito que tienen, incluso de demandas crecientes y mayores que en el pasado. Siempre pueden coexistir diversas modalidades de lecturas o reproducción de obras. El mundo es así en su vertiente plural e infinita de gustos y predilecciones. Hay quienes necesitan tocar el libro, olerlo, sentir una inefable sensación de posesión que llega a requerir dormirse con una obra entre las manos. La cita con Morfeo es inconcebible sin estar leyendo una obra. De la misma manera hay lectores que están habituados a leer obras en Internet, a tono con el desarrollo de la tecnología actual, sin embargo tal y como dice el periodista colombiano, Santiago La Rotta: “Ö la obra vive en las exposiciones y los libros, en la memoria colectiva, en un servidor de Google, quizá. Pero es una existencia parcial, de pronto no menor, aunque en todo caso no plena. ¿Qué pasa cuando muere un archivo, cuando se incendia un museo, se saquea una biblioteca? Muere el creador, al menos una parte de él, y también una porción de la cultura, del proceso común de construir basándose en la memoria”.

La librería “La Trinitaria” surgió como proyecto activo, originalmente en la esquina de las calles, Trinitaria (del sector de San Carlos) con 30 de marzo, a escasos metros de donde fue abatido el combatiente constitucionalista, Carlos Gómez Ruiz, a quien el Dr. José Francisco Peña Gómez había bautizado como el “benjamín de la revolución dominicana”, cuyo cuerpo en descomposición permaneció varios días, en la acera contigua, impedido de ser rescatado, debido a disparos de francotiradores apostados en el garaje de los tanques de guerra del Palacio Nacional. Al frente de la librería estuvo siempre, la Doctora Virtudes Uribe, hija de don Max Uribe, una gloria de la filología, autor de “Notas y apuntes lexicográficos, americanismos y dominicanismos”, quien mantuvo una columna durante más de veinte años en el Listín Diario. Junto a ella, Juan Báez y su hermana Juani. Luego fue trasladada a la calle, Arzobispo Nouel, casi frente al antiguo cine Leonor. La Librería “La Trinitaria” ha sido una fuente de colaboración permanente del libro dominicano lanzando sus propias ediciones, más de cien títulos, entre los que figuran clásicos como Federico García Godoy y Francisco Henríquez y Carvajal, Manuel Peña Batlle, Larrazábal Blanco. Autores como Manuel Rueda, Pedro Mir, Manuel del Cabral, Hernández Franco, Juan Sánchez Lamourth, Ramón Lacay Polanco, Max Uribe, Juan Isidro Jimenes Grullón, Vetilio Alfau Durán. Autores del calibre de Frank Moya Pons, Hugo Tolentino, Franklin Franco, Wilfredo Lozano, Andrés L. Mateo, Diógenes Céspedes, José Molinaza, Manuel Mora Serrano, Marcio Veloz Maggiolo, Juan José Ayuso, Harry Hoetink, San Miguel, Di Prieto, Quackenbush y Bissainthe. Desde el año 1985 “La Trinitaria” publica un Catálogo del Libro Dominicano que registra las novedades y sirve a la promoción editorial del país como herramienta para las ventas que se cierran en las ferias internacionales de Guadalajara, Caracas, Bogotá, Santiago de Chile, Buenos Aires, La Habana, Madrid, a las que acude Virtudes o Juan, y en las que se nutren bibliotecas de universidades europeas y norteamericanas, la Biblioteca del Congreso, así como especialistas en estudios del Caribe. Virtudes y Juan han recorrido la geografía nacional promocionando el libro dominicano. La labor de Virtudes Uribe ha sido esencial preservando su espacio en foros de diálogos y opiniones de la intelectualidad dominicana. Pero, señor Presidente y amigo, Danilo Medina, la librería desfallece, y ella también, no pueden competir, faltan recursos, falta iniciativa de apoyo. Virtudes no pide nada, tiene demasiada dignidad, pero nosotros, sus amigos, sus visitantes, que la hemos visto luchar y defender el libro dominicano, queremos interceder por ella, quien además debe ser preservada por sus aportes y experiencias, tomada en cuenta por el Estado dominicano. Virtudes nos pertenece a todos. Intervenga Presidente, le pido como amigo, que acuda en su auxilio. Todos nosotros se lo agradeceremos.

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