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FUERA DE CAMARA

Milo palideció, y dijo: ¡Murió en combate!

La cabina de aquel auto que se desplazaba por la avenida Paseo de La Reforma, en ciudad de México, pareció muy pequeña para tanta tensión... Le acababa de preguntar de sopetón a Milo Jiménez si en verdad él --entonces secretario de las Fuerzas Armadas y al mando de las operaciones militares en Nizaíto--, había ordenado el fusilamiento de Francis Caamaño poco después de ser hecho prisionero y herido levemente en una pierna. ¡Caamaño murió en combate...!, respondió segundos después de un silencio tenso, que podía cortarse en el aire. E inmediatamente, sin siquiera darle tiempo para reponerse, yo le respondí: “Eso fue lo que dijeron las Fuerzas Armadas y Balaguer hace 30 años, Milo... Pero todo el mundo sabe que ustedes agarraron a Caamaño vivo... Y lo fusilaron”. En el automóvil viajábamos, además del militar ya en retiro y entonces con cargo ministerial en el gobierno, el ingeniero Miguel Vargas Maldonado y el doctor José Joaquín Puello... Y el conductor, un mexicano desconocido que imagino sintió toda aquella presión sin imaginarse siquiera de qué se trataba. Vargas era secretario de Obras Públicas, y el doctor Puello, presidente del Comité Olímpico Dominicano. Era el otoño de 2002... Hipólito era el Presidente, Milo su amigo y secretario Sin Cartera, y yo un intruso confianzudo que introdujo un tema tan peliagudo por curiosidad histórica, buscando confirmación de unos hechos que todos conocemos pero ignoramos los detalles. Habíamos viajado a México para ver a Mario Vásquez Raña, el controvertido líder de la Odepa que llevaba ya cuatro años “poniendo pegas”, como dicen los españoles, para frustrar la celebración en Santo Domingo de los Juegos Panamericanos del 2003. Ramón Emilio Jiménez Reyes, hombre de fina educación y porte distinguido, comenzó entonces a reponerse de la sorpresa que en principio le causó una pregunta a bocajarro, que nunca imaginó se le haría de forma tan imprevista y sin medir mucho las consecuencias. “Actué militarmente...”Luego de la tensión inicial, el ex-contralmirante Jiménez trató el tema con bastante relajación, pero siempre con mucha reserva sobre los últimos momentos de Caamaño. “Francis y yo éramos amigos desde muchachos, fuimos compañeros de armas y nos formamos juntos como militares... Caímos en bandos contrarios, en una guerra... Yo era el secretario de las Fuerzas Armadas de un gobierno constitucional que él vino a derrocar... “Actué como militar y no tengo nada de qué arrepentirme...El habría actuado igual, como militar que era...”, manifestó Milo Jiménez. Pero insistió en que el parte militar emitido en su momento sobre la muerte del líder guerrillero constituye la versión histórica de aquel episodio: ¡Francis Caamaño murió en combate! Versión de ClaudioLa versión de Claudio Caamaño sobre la muerte de su pariente y líder en Nizaíto de Constanza en 1973, ha causado estupor en círculos de opinión pública. Claudio asegura que el contralmirante Milo Jiménez ordenó a seis militares de menor rango incinerar el cadáver de Caamaño, según atestiguó el subalterno que recibió la orden, quien le aseguró que la humedad dificultaba esa tarea, y que así se lo hizo saber al entonces secretario de las Fuerzas Armadas. “... Como había llovido, todo estaba mojado y no prendía la leña para quemar a Caamaño y hacer la tumba de los otros dos (Lalane José y Pérez Vargas)... Se lo informé al general Jiménez Reyes y le pedí gasolina. Vino y se paró entre los pies de Caamaño y le disparó una ráfaga partiéndolo casi en dos y volándole la cabeza... Y dijo: Ahora hay menos qué quemar. Y ordenó destazarlo para quemarlo mejor... Y si queda algo, lo tiran por una furnia... Que ese es comida de puerco”. La controversia sobre la ejecución de Caamaño ha resurgido después que el Senado dispuso el traslado de sus restos al Panteón Nacional con los honores de héroe nacional. Otro de sus compañeros de guerrilla, Hamlet Hermann, ha dudado siempre que los restos rescatados por Claudio en Nizaíto sean los de Caamaño, y considera que la decisión senatorial de trasladarlos al Panteón Nacional constituye una pantomima del gobierno para acallar las protestas populares. Es, sin ninguna duda, la tarea que le queda pendiente a la historia dominicana: ¿Cómo murió el héroe de abril y si son esos sus restos...?

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