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PANCARTA

Felipe y Rubalcaba, ¡debate para el PRD de hoy!

Para el PRD de hoy, envuelto en una crisis importante donde escasean los conceptos y los temas de discusión crítica por la orfandad teórica y la falta de luces (salvo excepciones memorables como Ivelisse Prats de Pérez, Milagros Ortiz Bosch, Hugo Tolentino, Fausto Liz, Tirso Mejía, Leonte Brea, Jesús Feris Iglesias y otros), resulta trascendente el debate producido en el seno del Partido Socialista Obrero Español, hace una semana, en el cual, con motivo de cumplirse 30 años de su llegada al Palacio de La Moncloa, se rindió un homenaje a Felipe González. La discusión se centró entre el ex presidente González y el actual secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Mientras González llamó a recuperar la vocación de mayoría, para la organización (hoy en un momento de declinación), significando que el partido debe colocarse más al centro ideológico, Rubalcaba respondió, que con esa misma vocación de mayoría lo que debe impulsarse es el radicalismo reformista, que el PSOE debe reflexionar sobre la petición de los sindicatos, que piden un referéndum sobre la política del actual presidente de la nación, Mariano Rajoy, señalándole a González que el PSOE es totalmente anticapitalista, porque el capitalismo no está creando riquezas, sino que solo especula. Rubalcaba, con lucidez sorprendente frente a González, proclamó que la actual crisis de España, entre otras, es una crisis de la democracia representativa por la pérdida de confianza de la ciudadanía en las instituciones. El actual secretario general del PSOE indicó que los socialistas españoles tienen que proponer un auténtico proyecto para España pero no un programa electoral más. Los ciudadanos, dijo Rubalcaba, quieren que demos cuenta los siete días, las 24 horas, no cada cuatro años. Mientras Felipe hablaba tratando de colocar ideológicamente al PSOE en el centro derecha, una militante de la organización, gritó, “hay que escuchar a la base”. En un acto que delató la más íntima convicción autoritaria de su pasado liderazgo, la visión vertical absoluta de su impronta dirigencial, éste respondió lleno de soberbia, “la base soy yo”, un obsoleto concepto jubilado en la post modernidad por las primaveras democráticas que sacuden el mundo, pero además de viejo corte totalitario. Este debate entre Felipe y Rubalcaba, tiene una gran importancia, por cuanto revela la necesidad de recuperar la vocación de mayoría desde posiciones de izquierda democrática, no desde el espacio de la derecha, como sugirió González, pero además presenta a Rubalcaba, con un criterio coherente, definido, aglutinador de la sociedad y sus fuerzas sociales más progresistas. Fue una lucha ideológica entre las posiciones de vanguardia, vinculada a los obreros y sectores medios de España, en medio de una crisis profunda, y las viejas posiciones de derecha que encarna Felipe González, quien por cierto, no parece ser consecuente con la opinión que se le atribuye haber dicho, en uno de sus variadas visitas a Santo Domingo, en el sentido de que cada vez que regresaba al país, veía las mismas caras, lo cual impedía la renovación democrática del PRD. Hoy, González, convertido en un dinosaurio ideológico converge con las posiciones más atrasadas y desfasadas del presente histórico. Asistimos en nuestro país a una doble crisis, la generada por el déficit fiscal, la evasión de responsabilidades, la pérdida de seguridad ciudadana y la dura carga tributaria, por un lado, y por el otro, la creada en el seno del PRD, dividido y ausente en su rol opositor, complicidades taimadas y sobre todo abandono dramático de la ideología, del pensamiento político de José Francisco Peña Gómez, y culto desaforado al clientelismo y subordinación a proyectos de transición finiquitados por la historia. Así como Rubalcaba le enmendó la plana a Felipe (hoy próspero consejero de “Gas natural Fenosa” e inversionista o amigo privilegiado de empresas comerciales en el Caribe), es ya hora, de que el PRD reoriente sus objetivos y se coloque en la lucha por el Poder, sin vacilaciones ni compromisos que no sean con las grandes mayorías nacionales.

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