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DE CERCA

La bondad es una gran lección

Rosa tiene algo especial que la hace diferente. Algo que va más allá de sus hermosos ojos negros y su franca sonrisa. Tiene un aura positiva que contagia. Es mi manicurista favorita del salón, no solo por lo excelente que hace su trabajo, también porque en cada visita logra arrebatarme decenas de carcajadas porque siempre me guarda una historia. Es sumamente conversadora, por lo que habla de sus añoranzas y de sus experiencias sin ningún tapujo. Siempre termina comparando las escenas de su vida con algún versículo de la Biblia, aunque me ha confesado que no visita ninguna iglesia, que solo son recuerdos de su infancia, en la que su madre la ‘obligaba’, junto a sus hermanos, a memorizar los versículos como una forma de ‘mantenerlos alejados’ de las tentaciones del barrio.

Rosa se casó muy joven y como muchas mujeres, llena de ilusiones y promesas de amor. Al poco tiempo su sueño se había convertido en una pesadilla, de la que logró salir con vida y acompañada de dos hijos. Como muchas jóvenes dominicanas ella no pudo ir a la universidad, sufrió violencia intrafamiliar, atropellos físicos y emocionales, se vio en un laberinto sin esperanza, pero gracias al apoyo de su madre y una amiga pudo recuperarse y dar pasos firmes para rehacer su vida y la de sus dos tesoros. Una historia mucho más común de lo que algunos se pueden imaginar y que pudiera llenar de resentimiento a cualquier persona, sin embargo, no a Rosa. Ella es una mujer alegre, está clara en que de nada sirve aquel “ojo por ojo” porque al final acabamos todos ciegos.

Hace unas semanas estuvo fuera de su trabajo, a su regreso me comentó que al padre de sus hijos lo habían diagnosticado de cáncer y que se había ofrecido a tomar sus vacaciones para cuidarlo en las primeras quimioterapias.

Honestamente, pensé que era un chiste. He escuchado de sus propios labios relatos escalofriantes de sus días de esposa. Ella, mirándome fijamente a los ojos me dijo que “no podemos permitir que la maldad de nuestro alrededor nos contagie, ni que tampoco podemos castigar a quienes nos han herido porque nos convertiríamos también en villanos”.

Mis respetos para ella. ¡Rosa, que lección me ha dado tu acción, la cual respalda tus palabras! Es cierto, la bondad es una práctica, no una teoría. La bondad cierra el paso a todos los sentimientos que envenenan. La bondad es una virtud que solo poseen los verdaderos seres humanos, se caracteriza por la compasión no solo de sus semejantes, sino por los animales.

Sin duda ella guarda en la memoria los acontecimientos pero no deja que le amarguen la vida. Ante un mal gesto ha respondido con una buena acción. La bondad de Rosa encierra grandes enseñanzas. Para cualquiera sería difícil tomar la decisión de ayudar a quien lo ha lastimado, ella lo ha hecho. Me dijo que a pesar de los años no ha llegado a entender qué llevo a su esposo a lastimarla, pero su bondad es gratificante.

Escuché una vez que no nacemos ni buenos ni malos, sino que cultivamos la bondad o la maldad a medida que crecemos emocionalmente. La bondad nace del corazón. Una respuesta al nivel de una mala acción no cambia nada, no arregla el daño y solo alivia momentáneamente. El rencor destruye, transforma y no recoge ningún fruto positivo.

Tal y como afirmó M. Gandhi, “sería beneficioso que fuéramos el cambio que queremos ver en el mundo. Desde aquellas situaciones mayores y más complicadas, difíciles de superar, hasta aquellas otras pequeñas”.

Todo lo que necesitaba saber sobre la bondad lo he aprendido de Rosa, y doy gracias a Dios por eso.

¡Hasta el lunes!

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