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CRÓNICA LIGERA

Tengo derecho a estar triste

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

¡Porque lo importante es ser real! La tristeza llega sola... como la lluvia, que deja su romanticismo de lado para caer de forma insistente y de manera arrolladora abrirse paso sin pensar el daño que pueda causar en la medida que toma fuerza y se abre camino... Así nos arropa la tristeza, con esa sensación indefinible que nos apaga y nos atrapa. La vida no siempre es fácil. Las cosas no siempre salen cómo las planeamos. Los seres humanos cambian o se van, los negocios caen, los trabajos se pierden, las empresas quiebran, los sueños se truncan, el amor se muda, la pasión se acaba, las piernas se paralizan, los brazos se cruzan, el corazón se detiene, el cerebro no razona, las enfermedades catastróficas llegan y el mundo se nos vuelve un desastreÖ Y todo eso trae enganchado mucha desolación, que nos rompe y nos cambia... Y lloramos hasta no tener lágrimas, sufrimos en silencio y se nos arruga el alma. Entonces, debemos buscar el espacio para dejar gritar a nuestro corazón hasta liberarseÖ La vida a veces pisa y pesa. Y nos estropea, nos estruja, nos choca y nos desgarra sin compasión. He aceptado que tengo derecho a estar afligida, callada, pensativa, como también tengo derecho a desahogarme, a vivirlo y sentirloÖ Es la única forma de liberar el dolor. En decenas de ocasiones he sabido sacar fuerzas de donde no tengo y continuar, pero también en muchos casos me he cansado de luchar, de fingir fortalezas que he ido perdiendo con los años y continuar a pesar de que un peso extraño me sobrecoge desde los hombros y me da una pesadez rara en todo el cuerpo. He tenido que seguir sin ánimo y sonriendo cuando en realidad mi alma llora y mi corazón parece haber dajado de latir o simplemente se mudó de cuerpoÖ Tengo derecho a estar triste, es una de las emociones más frecuentes que sentimos ante cualquier hecho que nos afecte de cerca o desde lejos... Pero andamos tan rápido y vivimos nuestras vidas en el mundo de las redes sociales o en competencia con otros, que muchas veces no nos damos el privilegio de aceptar que también tenemos momentos de desconsuelos, qué hay situaciones que nos derrumban y que tenemos derechos a vivir ese estado, no así a permanecer en el. Dejemos de maquillar nuestras angustias, esta parece ser una rutina que a diario vendemos vestida de fortaleza o continuidad, con la que solemos decirle al mundo que somos súper héroes o heroínas, que nada nos afecta y que Dios nos dotó de súper poderesÖ ¡Sí! Esto puede ser, pero no siempre. Vale preguntarnos: ¿A dónde se va lo que sentimos después que cerramos las puertas, apagamos el celular o la soledad es nuestra única compañera? Aceptemos que no siempre estamos bien, no es justo vivir bajo el disfraz de un mundo irreal, somos humanos, sentimos, padecemos, nos caemos y con mucha fuerza de voluntad y decisión nos levántanos. Yo, he dejado espacio para vivir mis tristezas, mis lutos o el duelo de una situación inesperada, porque al darme ese permiso desahogo el alma y limpio mi corazón. Todo dolor emocional debe encontrar un punto de escape y aceptación, entonces admitamos nuestros días tristes, es la forma ideal de sanar, dejémoslo entrar, ayudémoslo a desarrollarse y acompañémosle a salir, dándonos la oportunidad de poco a poco de comenzar el proceso de curarnos. Viviendo mis tristezas me reconstruyo de nuevo físico y emocionalmente. En la tristeza nos desconectarnos del mundo exterior para conectarnos con nosotros mismos. Vive tus días tristes y descubres que tan reparadores pueden ser...

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