DEVOCIONAL

Dejemos la mentalidad del mundo

Monserrat Bogaert

Monserrat Bogaert

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PASTORA MONSERRAT BOGAERTEspecial para Listín Diario 
​Santo Domingo

Traerás a la casa del Señor tu Dios las primicias de los primeros frutos. Éxodo 34: 26

Dios dio un mandamiento al pueblo de Israel, el cual tenía que sacar anualmente los primeros frutos de la cosecha, año tras año.

Ellos seleccionaban los mejores frutos

y los llevaban como primicia a la casa de Dios, entregándosela a los sacerdotes, porque de esta forma honraban a Dios. Entonces Él bendecía y multiplicaba el resto de la cosecha; porque cuando le damos lo primero Él respalda todo lo demás. 

Por eso, no podemos olvidarnos de este principio para que lo apliquemos en nuestra vida.

Dejemos la mentalidad del mundo que hace que demos a Dios lo que nos sobra o lo que no necesitamos. 

Por eso vemos a Caín, el cual no se preocupó por la ofrenda que iba a presentar a Dios; pero Abel escogió los mejores primogénitos de sus ovejas y los más gordos. Esta fue la que Le agradó a Él.

Saquemos para Dios lo primero y lo mejor de todo, no dejándolo para después; porque de esta manera estamos asegurando la bendición y la multiplicación en todo. 

Démosle la mejor alabanza, la mejor adoración, las mejores ofrendas, las primeras horas del día, para que veamos al Dios que nos respalda por haberle agradado la primicia que Le dimos. 

Puede ser un nuevo trabajo, expandir el negocio, cambiarnos de casa, comprar un inmueble, mudarnos a otro país, otra función en el ministerio, etc. 

Todo esto nos llena de expectativas, pero cuando salimos a reconocer el territorio que Él señaló, nos encontramos con situaciones no esperadas que no sabemos cómo manejar. Esto hace que todo el gozo desaparezca y nos llenemos de duda y temor. Se nos olvida que Él nos envió y que Él nos respalda. 

Por eso, perdemos tantas bendiciones al ver los obstáculos más grandes que Dios, y esto hace que desistamos de pelear contra los gigantes que se oponen a las mismas. 

Cuando Dios nos da algo tenemos que saber que es nuestro y de nadie más. Por eso Caleb fue recompensado, porque no se dejó intimidar sino que creyó. Si Dios te ha hablado, no dudes, sal a explorar la tierra y, cuando la veas, mira a los gigantes como langostas porque esa tierra es tuya.

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