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EL INCESTO | SERIE ESPECIAL

El precio del incesto

“Lo recuerdo como ahora. Lo mató a machetazos. Pero se lo merecía...”. Es la primera intervención de doña Agripina, abuela paterna de una niña de 12 años que fue violada por su abuelo materno hace dos años.

“Y puede decir mi nombre, pero fotos no. Eso lo sabe todo el mundo por aquí. Como también saben que mi hijo, que es el papá de mi nieta, está en la cárcel pagando por la muerte de ese hombre que nos desgració la vida a todos”, relata haciendo alusión a la tragedia familiar que se dio entre ambas partes luego de que el abuelo fuera descubierto abusando de la niña.

Reflexiona y asegura que no quería que su hijo llegara a eso. Sin embargo, al contar la historia deja claro que si hubiese podido hacerlo ella, lo hace. “Fue otro de mis nietos, un primo de la niña, de 16 años, que escuchó algo raro en la habitación del abuelo. Y usted sabe, los muchachos son curiosos, y se acercó al cuartito y escuchó la voz de la muchachita diciendo: ‘No abuelo, no abuelo, no me viole’. El muchacho salió corriendo y buscó al papá de la niña. Y ya le dije lo que pasó con todo y que se juntó mucha gente para que no lo hiciera. Pero cualquiera de nosotros estaba dispuesto a eso, porque no es fácil”, relata. Desde entonces han mantenido disputa con la otra familia.

No es que esa sea la salida a este tipo de abuso, pero desde el punto de vista psiquiátrico, los casos de incesto tienden a involucrar hasta al más inocente de la familia. “Definitivamente, eso destruye las emociones no solo de la víctima, sino de todos, porque en una sociedad como la nuestra, estos casos siguen siendo repudiados por todos y si se denuncian, son castigados”, opina el psiquiatra Luis Rafael Serret, quien hace saber que hay culturas donde se aceptan relaciones aberrantes.

¿Es posible sanar las heridas dejadas por el incesto en la familia? Hay que ‘ponerse en los zapatos del otro’ para conocer qué tan dañino es el incesto en una familia. No basta con leer estas líneas, tampoco es suficiente con sensibilizarse ante el dolor ajeno. “Hay que vivir este tipo de casos para usted saber lo que se sufre”, así lo cuenta doña Agripina mientras ofrece los detalles de aquel día en que el abuelo materno de su nieta la violó a los 12 años.

“Dígalo usted que habla bonito qué es lo que quiero decir con esto, porque yo lo que sé hacer bien es sufrir. Saber que a mi nieta ese hombre le desgració la vida, que mi hijo está preso, y que yo estoy criando a sus tres hijos porque él no quiere que estén con su mamá, no es un maíz”, comenta en un lenguaje llano, quien aunque quiere ser fuerte se deja vencer por unas lágrimas que apuntan a reproducirse.

Doña Agripina no ha estudiado, como ella cuenta, pero tiene los suficientes conocimientos para asegurar: “En la familia que pasa esto, no se vuelve a disfrutar de la paz jamás. Uno se muda como a un infierno que es donde también debe estar ese malnacido”, enfatiza.

Es así. Aunque los especialistas Luis Rafael Serret, psiquiatra, y Olga María Renville, psicóloga y experta en filosofía mental, sostienen que existen terapias para ayudar a las víctimas de estos casos, no ocultan que la mayoría de las veces el precio que paga una familia donde esto ocurre es vivir con ese trauma de por vida.

“El impacto psicológico del incesto afecta directamente las áreas del desarrollo emocional, psicológico y conductual del individuo. Esta situación es más que un abuso sexual, porque quien lo realiza traiciona la confianza de la víctima, quien luego quedará afectada en su relación con los demás. Es muy importante en estos casos que tanto el afectado como los demás familiares directos realicen un proceso de terapia familiar, a fin de obtener una ayuda que al menos les permite tener control de su vida”, comenta Renville.

Asegura que las consecuencias pueden ser de alto impacto, sobre todo cuando existen hijos fruto de una relación incestuosa. El riesgo de procrear individuos con factores genéticos alterados, así como la carga emocional de la posible vergüenza que se puede experimentar por ser fruto de un incesto, es muy complejo. Esto puede tardar en sanar, como también ocurre cuando hay muertes u otras agresiones por el abuso dentro de la propia familia”.

Con esta consideración se identifica doña Agripina a la perfección. “No es que yo sea negativa como la gente cree, es que somos nosotros que estamos viviendo esto. Mi niña nunca va estar contenta. La vida le dio un abuelo abusador que ya está muerto, no puede vivir con su mamá, y su papá sabrá Dios cuándo salga”, cuenta una abuela que espera que el Señor le de vida para ver salir de la cárcel a su hijo, quien mató a machetazos a su suegro por haberle violado a su hija, que era su nieta, con apenas 12 años. De eso hace dos años.

“Mire esa niña, mírela. ¿Usted la ve feliz? No. ¿Verdad? Es que no es fácil para mí que soy una vieja, imagínese para ella”, refiere mientras señala a una adolescente que durante todo el tiempo que estuvo el equipo de LISTÍN DIARIO en la casa de doña Agripina, no levantó la cabeza.

Sin embargo, la ausencia de la menor en la galería no evitó que se escucharan sus sollozos al otro lado de una ventana que conectaba el espacio con la pequeña salita de la vivienda. “¿Qué tienes, mi niña?”, le pregunta la señora de contextura fuerte y pausado caminar, mientras se acercaba a pasarle la mano por la cabeza.

No habló. Sólo lloró y contagió a todos con ese sentimiento que pocos podrán descifrar. Sus sollozos eran capaces de mover las fibras más sensibles de quienes estaban ahí para contar su historia, pero que no imaginaban que con solo ‘ponerse en los zapatos’ de aquellas víctimas, podrían hasta dudar de la ciencia. Sí, porque la situación en que están puede que por muchos años no les permita tener una respuesta positiva a la interrogante: ¿Es posible sanar las heridas dejadas por el incesto en la familia?

La madre y su familia Un dato que de seguro usted querrá saber es sobre la reacción de la madre ante la desgarradora historia. A través de la abuela, la menor, hoy de 14 años, facilitó el número de teléfono de su madre. Varias veces sonó, y finalmente lo atendió. “Hola mi niña”, dijo creyendo que era su hija. “Somos reporteros de LISTÍN DIARIO. ¿Cómo está?”. En tono que evidenció su enojo, respondió: “Cómo cree usted que estoy?”. “Disculpe”, se le dijo. “¿Qué quieren saber? Que soy huérfana, que era hija de un violador, que mi marido está preso, que no vivo con mis hijos, que soy una amargada...”. Uf, ¡Qué respuesta! No había más nada que agregar ni que preguntar. Cerró el teléfono dejando claro que el llanto se había adueñado de la situación. No es para menos. Esta es otra historia que muestra que el incesto no es solo una acción. Va más allá de abusar de un familiar. “Es llevar el infierno a la casa de uno”, considera doña Agripina al finalizar la entrevista.

SEÑALES QUE TE ALERTAN ¡A TOMAR EN CUENTA! Luis Rafael Serret sostiene que cuidar el pudor de las niñas y de los niños, protegerlos, vigilarlos y orientarlos sobre la confianza que debe haber en el seno familiar entre todos sus actores son herramientas que contribuyen a evitar el incesto. No es que vamos a desconfiar de todo el mundo, es que vamos a fomentar la confianza. Si ve a su hija o hijo que adopta una conducta diferente, que tiene bajo rendimiento escolar, insomnio, ansiedad o tristeza, así como que comienza a marcar distancia hacia un miembro de su familia o persona cercana préstele atención, puede estar siendo víctima de abuso sexual.

“NO LO TAPEN” Se conoce de casos en los que la madre, por ejemplo, se da cuenta de que su niña está siendo abusada, y lo calla. “A esa víctima vamos a decirle que puede confiar en alguien más, pues siempre habrá una persona que repudia estos casos y los hará llegar a las autoridades. “Todos podemos contribuir a que no haya un caso más de incesto”, apunta.