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FÁBULAS EN ALTA VOZ

¿Y qué amor es...?

Esa es una pregunta que me hago constantemente respecto al afán de los políticos por seguir “sacrificándose” por el pueblo. No les importa echar canas, enfermarse, abandonar a su familia, trabajar hasta 25 horas los siete días de la semana o los 365 días del año. No escatiman esfuerzos en la lucha por servir a su gente. Tanto es su “amor por la población” que quieren extender su sacrificio no por cuatro u ocho años en las diferentes instancias gubernamentales, sino por 12, 16, es más hasta de por vida. De verdad que no sé cómo llamarle a ese “gesto” tan pertinaz. Pero como saben, me gusta buscar respuestas más allá de las que están frente a mis ojos, y por ello es que me fui a una ciudad fabulosa donde de inmediato me puse en contacto con los habitantes para ver cómo funcionan las cosas allí, y saber si allí los políticos sienten tanto “amor” por la gente como para querer permanecer o volver a ocupar el poder que tantas líneas dibuja en el rostro de quienes lo obtienen. La respuesta fue simple: “En este lugar fabuloso nadie se sacrifica porque es un trabajo común y corriente en el que se hace en las grandes instancias, pues se hace de la mano con el pueblo y solo dura cuatro años. No más”. Esa es la opinión común de la comunidad que también explica que tampoco se desgastan planeando estrategias más allá de la transparencia que debe tener todo gobierno. Lo de cada funcionario es cumplir con el cometido que le corresponde durante el tiempo que debe estar en su puesto. Esa es la garantía de que esos cuatro años solo les dará para hacer cosas positivas y que favorezcan a la población poniendo en práctica el amor al prójimo que es lo que responde la pregunta: ¿Y qué amor es...? Pero en la realidad de este país la respuesta es otra.

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