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Viaje

En bus y a pie: camino al Trastevere

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

Como un ciudadano cualquiera de Roma, mi hija Carmen y yo, acompañadas de mi nieta Pamela que vive en las afueras de la capital de Italia, usamos el transporte público para desplazarnos hasta el Trastevere. Quiero volver a recorrer el pintoresco barrio, asentado en la orilla derecha del río Tíber.

En una tienda de tabacos cerca del hotel Diana compramos los tickets de bus: para un solo viaje, 1.50 euros cada uno, válido para 100 minutos, tiempo que permite realizar cualquier tranasfer. Es obligatorio subir con el boleto, pues en él no se vende. Se adquiere también en máquinas expendedoras ubicadas en estaciones de metro y principales paradas de autobús, y en ciertos locales comerciales. El ticket debe validarse en las máquinas que funcionan en los autobuses, aunque en ocasiones no funcionan por desperfectos. En un trayecto posterior, por tal razón viajamos ¡gratis!

Desde la terminal de autobuses junto a la Stazione Termini subimos al bus 64. De cuando en vez llega hasta mi asiento un desagradable olor a orines, mientras mi cuerpo se resiente por los tumbos que da el vehículo. Es que en el centro de la ciudad, las calzadas están revestidas de adoquines.

Por la ventanilla veo al pasar magníficos edificios, grandiosos monumentos e incluso algún yacimiento arqueológico, hasta apearnos en la plaza San Pantaleo, donde se levanta un conjunto escultórico en honor al estadista Marco Minghetti. (De inmediato pienso que un sereno del condominio donde vivo en Santo Domingo tiene el mismo apellido).

Cruzamos a pie el mercado del Campo De’ Fiori, rodeado de bares y cafés. Vegetales, frutas, flores y un sinfín de productos, hasta pañuelos, se expenden en horas del día. En las noches, según cuentan, es un centro de diversión al aire libre para beber y comer. En este entorno diviso una estatua. Es del filósofo y monje Giurdano Bruno. Se levanta en el lugar exacto en el cual fue quemado en la hoguera, en el año 1600. Un violinista ambulante pasa a mi vera. En lo alto resalta la cúpula de una capilla. Posiblemente la capilla Orsini.

¡A cruzar el puente! Caminamos hacia el Trastevere, enfilando por uno de los varios puentes que cruzan en Roma el río Tíber: el puente peatonal Sisto, construido bajo el papado de Sixto IV en 1473. Fue ensanchado en el siglo XIX. Me recuesto de la barandilla para regodearme con la exuberante vegetación y, en lontananza, la cúpula de San Pedro, entre otros puntos de interés. Frente a la salida del puente, al otro lado de la amplia avenida, nos recibe la Fuente del Ponte, en la Plaza Trilussa, así llamada en honor al poeta Carlos Alberto Salustri (fallecido en 1950), cuyo seudónimo era Trilussa.

El sol irradia fuego en este mes de junio 2018. Me protejo ligeramente con un sombrero, comprado por si acaso en una tiendecita de Plaza Central. Costó apenas 300 pesos dominicanos. Cumple su cometido. Antes de deambular por las calles, donde en muchas se percibe el espíritu de antaño, necesito recuperar energías. Un zumo de naranja natural servirá tal propósito. Tenemos suerte. En un recodo está una apetecible cafetería: Meccanismo. Son las 12:15 del mediodía. Al indicar a la camarera que no vamos a almorzar, nos conduce hacia una salita con butacas, sofás y mesitas. Así no ocupa una mesa del comedor. En este ambiente recoleto, únicamente estamos nosotras: mi hija Carmen Virginia, mi nieta Pamela y yo. Mejor intermedio no podíamos pedir. Es hora de proseguir la andadura.

OPCIONES DE TICKETS Para usar en el metro o en el bus, en Roma hay varias opciones de tickets, vigentes a partir de su validación: 100 minutos, 1.50Ä; 24 horas, 7.00Ä; 48 horas, 12.50 Ä; 72 horas, 18Ä. Un ticket semanal, válido para siete días calendario, vale 24Ä. Cada pase se valida solo la primera vez de su uso.

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