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Mirada olística a la estética creativa de Carlos Baret

Cuando un creador artístico del cine, de las artes escénicas, del arte literario o de las artes visuales llega al punto en el cual logra instaurar su propia estética creativa y consigue exponerla exhibiendo el dominio preciso de una técnica depurada ha llegado al momento en que su obra emprende el camino hacia lo imperecedero, condición que convertirá ese arte en un instrumento referencial del artista, de su visión, de su entorno y de su tiempo en el tiempo.

Los recursos estéticos y estilísticos junto a la forma de percibir la realidad constituyen la sabia que transita por el pensamiento de un creador, quien de forma responsable y novedosa las vuelca sobre el material del cual se auxilia para dejarlo apreciar a las distintas visiones humanas; desde la más refutada y refinada hasta las más burda y dislocada. Ahí está colocado Carlos Baret, justo en la ruta critica en la cual su arte desafía, de forma exitosa, la actitud de indiferencia que no se puede mantener si se está próximo a su obra ya sea en la cercanía espacial o en la distancia temporal.

¿De dónde parte un escritor, un músico, un actor o un artista visual como Carlos Baret para arribar al punto antes señalado? El perito de la creación que consigue ese punto de ebullición en su arte, ha evidenciando en el proceso, la convergencia de cinco factores fundamentales: estudio, talento, disciplina, perseverancia y la posibilidad de difundir el producto creado; esto último contradiciendo la corriente que establece que una obra de arte puede desaparecer inmediatamente después de ser creada, aun sin haber sido expuesta, pues con las sensaciones producidas a su progenitor durante el proceso de concepción y plasmado ya es suficiente. No creo en la validez de esa teoría, es muy egoísta, además es darle categoría de desechable a algo infinitamente aprovechable.

Pero bueno, sigamos con Carlos Baret y su obra. Al seguir el rastro de su trayectoria se descubre que este joven mocano de 29 años de edad es egresado de la Escuela de Bellas Artes de Santiago como artista visual y de la carrera de ingeniería de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA); quedando claramente evidenciado que este autor de imágenes contundentes tiene una preparación formal que le ha permitido apartar de su horizonte las nubes grises que podrían obstruir su visión del camino a seguir, razón por la cual en un momento dado renunció a su trabajo de ingeniero civil para dedicarse exclusivamente a la producción de exorcizantes ráfagas visuales de luz capaces de poner a los observantes de su arte frente a los demonios que se alojan en el cuerpo de un entramado social que camina de forma galopante hacia ninguna parte.

Es sorprendente que con una edad cronológica tan corta Carlos Baret haya trillado un camino tan extenso y fructífero que se extiende por Europa, Estados Unidos y América Latina, participando en 28 exposiciones colectivas entre el 2003 y el 2011; así como 12 muestras individuales entre el 2010 y el 2018 en Estados Unidos y República Dominicana.

Es que este “jovencísimo autor de visualidades” es un ente maduro que tiene un pensamiento y una visión muy responsable de su entorno social y de su oficio. Parte de sus convicciones quedan expuestas cuando dice: “Como creador y ciudadano siempre me ha interesado el valor temático de mi obra, en este tenor me preocupo por leer, investigar y profundizar en los temas sociales y políticos de nuestro país; creo firmemente que el discurso de la obra de arte debe estar comprometido con el contexto donde surge, con su raíz identitaria, por eso en mi trabajo se puede apreciar que en muchos casos planteo un problema colectivo que me preocupa, y en otros casos, posibles soluciones de ese u otro tópico que igualmente son motivos de mis reflexiones e inquietudes respecto al presente o futuro de la dominicanidad. Muestro esas preocupaciones a través de la trinchera con que cuento: mi arte. (…)”

De ahí que no resulte extraña la denominación asignada a su exhibición vigente en Centro Mirador, “Éxodo-Descompostura”. Un éxodo es una emigración en masa de seres humanos que abandona su lar nativo por razones de índole social, políticas y económicas para asentarse en otro lugar; acción con la cual resultan impactadas dos culturas de forma negativa como positiva, la cultura emisora pero fundamentalmente la cultura receptora.

El lienzo que soporta de forma titánica el peso específico de su obra “Desplazamiento” se estrella contra la mirada del espectador; cual padre que golpea el rostro del hijo para provocar la reflexión necesaria que le permitirá ver la vida desde otra perspectiva. La imagen de esa propuesta visual evocando la isla de La Española a través de la técnica del entretejido con colores predominantemente negro y rojo, con un poco de amarillo y verde, en un fondo primordialmente blanco, te transporta, en un viaje retrospectivo, a un posible pasado social en el cual sus habitantes (los taínos) llevaban una vida inmaculada, en perfecta armonía con la naturaleza y despojada de todo tipo de ambiciones, distinto a la actualidad en donde las miserias humanas han provocado pobrezas, éxodo, deforestación, conflictos fronterizos y el mansillamiento cultural, lastres que como una sombra negra se extienden desde el este hasta el oeste o viceversa, del territorio isleño desmoronando toda esperanza de una vida digna para la mayoría de su gente.

Lo dice muy claro Carlos Baret: “El arte es mi única vía de desahogo, sin ella soy como un lápiz sin punta. (…) Yo no puedo hacer un arte que no tenga piel, sangre y aliento de su época”. No ha de extrañar este contenido temático, es el que le permitió, junto a su técnica estética y su estilo conquistar el tan codiciado galardón de pintura de la XXVII Bienal Nacional de Artes Visuales en el año 2015.

¿Cómo produce, cómo crea Carlos Barete? “En su proceso creativo, la obra aparece primeramente en la mente, donde es concebida. Es entonces cuando la plasma en el lienzo. Pinta bajo la intensidad de la luz, ante la que suda profusamente y escucha rock, es esa combinación explosiva lo que da como resultado sus intensos trazos y sus cuestionamientos y firmes posturas. (…) Carlos, ante el lienzo, es un felino que descarga su energía intensa y sudorosa, apoyado en su fuerza profunda, vertida por los canales del rock que le inyecta esa corriente que emerge de la gente del pueblo; del chofer del carro público, de la mujer que trabaja. Es de ahí que se nutre él”.

Todo acercamiento reflexivo a la realidad conlleva dos posibilidades que son: la fe en que todo cambiará para mejor o la desesperanza de que todo está perdido; o ambas cosas de forma alternada. La esfera-instalación en tela “El Hoyo Negro” parece ser una obra con la cual el pintor expresa uno de esos momentos en los que se siente personal y socialmente atrapado en un laberinto al cual no le ve escapatoria y entonces con nostalgia mira hacia el pasado a través de su creación “Enciende el fuego sagrado de tu amor”, una creación que colocada en la galería subterránea Centro Mirador, frente a unas estalactitas, da la sensación de deshacerse con el paso del tiempo.

Es porque “Su lenguaje no es abstracción pura, sino que implica una narrativa encubierta e implícita. (…)”. Esto hace imposible estudiar a Carlos Baret el artista al margen del Carlos Baret ciudadano, hombre, padre e hijo. Se puede notar en la obra “El grito de los Duendes”, una pintura desgarradora y conmovedora que deja evidenciada la versatilidad técnica del creador, pues desde un estilo distinto al que lo identifica como es el entretejido, logra preguntar, ¿qué se está haciendo con los más vulnerables, socialmente hablando?.

Dice textualmente Baret: "Creo pertinente preguntarnos en estos momentos de nuestra historia dónde hemos colocado el pensamiento humanístico, democrático y libertador de los grandes hombres y mujeres de la Independencia Nacional y las gestas y luchas libertarias que le han seguido en el devenir del tiempo. No podemos desconocer lo potente que puede ser su identidad nacional en la trasformación de esa realidad. La desesperanza es un mal que además puede hacernos perder de vista el comportamiento y el deber ético que tenemos de transformar los valores negativos y el deber ético que tenemos de transformar los valores negativos que nos asedian. En este juego, recordar los lineamientos de Duarte, el padre de la Patria será siempre un acierto y una apuesta por la esperanza y la resistencia."

Estar ante el talento, la capacidad, el arrojo y la perseverancia que destila el arte Baretiano constituyéndose en un reto desafiante de la post verdad y esa forma fácil, superficial e irresponsable de pensar, sentir y vivir la cotidianidad.

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