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Viaje

En Santa Eulalia: personajes de leyenda

Plaza. El Ayuntamiento, al fondo, preside la Plaza de España en Santa Eulalia.

Plaza. El Ayuntamiento, al fondo, preside la Plaza de España en Santa Eulalia.

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

‘Hacia el Centro Urbano’, dice un letrero. Por él nos guiamos cuando mi hijo Alexis y yo descendemos por las escaleras de piedra rústica, tras visitar la pequeña iglesia fortificada del Puig de Missa, en el pueblo de Santa Eulalia, en Ibiza. Por la amplia avenida nos toca ahora ir en bajada, haciendo fácil el trayecto. Rodeadas de vegetación, hacia un lado relumbran las típicas blancas fachadas de varias casas y una brisa retozona nos abraza. Se respira un aire puro, oxigenado, que energiza el alma.

En este amplio espacio silencioso, desde donde a ratos uno vislumbra el mar, tras caminar un rato llegamos hasta el centro de la ciudad: la Plaza de España. Y enrumbando hacia el Ayuntamiento, alojado en un edificio emblemático ejemplo de la arquitectura mediterránea, rodeamos una fuente escalonada, cuyos pequeños chorros de agua refrescan el ambiente caluroso. En su centro, posada sobre una gran roca decorativa, apenas se detecta una rara y grotesca figura en posición de zambullirse. Mi primera impresión es que es un maco. No le doy importancia.

Deambulamos por el entorno a la búsqueda del refugio antiaéreo, construido en 1937 con motivo de la Guerra Civil española. Su entrada pasa desapercibida. Quisiera conocerlo, pero está cerrado. Mas es aquí donde encuentro la respuesta a mi interrogante. La figura de la fuente no es un maco. Es ‘els fameliars’. Y, mientras bajo los escalones a ver si algo puedo detectar en el subsuelo, me sorprende su figura, pero en otra posición: sentado en un hueco del muro con un farol en la mano. En un cartel en la plaza leo su descripción.

‘Según la tradición, existe un ser pequeño y más bien feo que, sin embargo, es capaz de realizar bien y muy rápido cualquier trabajo que se le encargue. Tiene el inconveniente de saber hacer sólo dos cosas: trabajar o comer. Las dos únicas palabras que pronuncia son ‘Feina o menjar’ (trabajo o comida). Aquellos que deseaban tener un ‘fameliar’ debían acudir la noche de San Juan bajo el Pont Vell de Santa Eul‡ria con una botella negra, coger cierta florecilla que solo puede verse esa noche e introducirla en el recipiente. Bien cerrada, la botella no tiene nada de especial, pero nada más destaparla aparece el ‘fameliar’, ansioso, demandando faena o alimento. El problema de los ‘fameliars’ es que tan laboriosos son y tan velozmente cumplen con los deseos del año que acabado el trabajo, se comen toda su despensa en un abrir y cerrar de ojos. Si sigues la Ruta del Río encontrarás por el camino más de un ‘fameliar’Ö búscalos, te darán suerte’.

No, no fui a buscarlo, por mucho que me apeteciera. Son pocas las horas a pasar en Santa Eulalia y hay que acercarse al litoral para con la mirada recorrer sus playas. Enrumbamos por el peatonal Paseo de s’Alamera, en cuyo centro se levantan varios puntos de venta temporal de bisutería. Nada del otro mundo. Hasta que, llegados al Paseo Marítimo, donde puede uno bajar a la playa de Santa Eulalia, descubro las siluetas de un par de galgos. Son esculturas de podencos ibicencos, originarios de las islas Baleares, una de las razas más antiguas que existen. En Ibiza se conoce como Ca Eivissenc. Tiene cabeza larga y estrecha, orejas grandes rígidas y corre a saltos. Tal vez, por tanta importancia que les dan, es que tiene Santa Eulalia dos playas ‘exclusivamente caninas’. Aunque en otras, por el contrario, los perros están totalmente prohibidos. Desde aquí contemplo ensimismada un panorama de idilio: la placidez del mar azul punteado de embarcaciones con las velas recogidas.

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