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COSAS DE DIOS

Los curas y el amor

Si un sacerdote se involucra con una mujer adulta y soltera, ¿la relación entre ambos es lícita?

Veamos. Los curas son seres humanos, algunos, atractivos, inteligentes y espirituales. La pareja ideal que anhelan muchas solteras. A su vez, a las iglesias acuden mujeres excelentes. Parece natural que se enamoren.

Pero, digo yo, también en las familias tenemos hijos, sobrinos y hermanos, o hijas, sobrinas y hermanas, atractivos. ¿Sería inevitable el flechazo? No. Es un acto de perversión, dirá usted, enamorarse de un hijo o de un hermano. ¿Y no lo es hacerlo de un sacerdote?

¿Qué es perversión? Es cuando algo se retuerce y se vuelve al revés. Por ejemplo, en lugar de amor filial, entre hermanos, se da una relación sexual. La relación entre un sacerdote y sus feligreses también está llamada a ser fraterna. Fíjese que le decimos padre y le contamos secretos íntimos. De modo que, una mujer se encuentra en franca desventaja si surge un vínculo carnal.

A su vez, para los religiosos debe ser una prueba dura amar. Lo más parecido a un pueblo pequeño es una parroquia. Ellos viven sometidos al escrutinio, mientras enfrentan tentaciones. ¿Lo duda? Intente vivir como un cura.

Ignoramos cuántos sacerdotes se hacen los desentendidos o se tiran de rodillas ante Dios después de rechazar alguna proposición. No lo sabemos. Solo nos enteramos de quiénes sucumben. Por supuesto, no los juzgo, me quedan muy grandes sus zapatos, pero tampoco justifico a los que caen.

Leí un mensaje dirigido a las cristianas para que no usemos ni pintalabios en misa. Lo cierto es que a la iglesia, y a cualquier lugar a donde vayamos, debemos vestir de manera adecuada, pero la responsabilidad sobre la castidad de los sacerdotes no es nuestra, sino de ellos que asumieron ante Dios el compromiso del celibato y están llamados a cumplirlo. Porque ningún hombre, con o sin sotana, se burla de Dios. Él cumple sus promesas, pero ¡ay de nosotros! si rompemos nuestra parte del pacto.

A su vez, para las mujeres creyentes, nuestra salvación, también, es un asunto nuestro. Y lo que nos jugamos, al vincularnos con religiosos, es la salvación de nuestras almas. Nadie vale semejante precio. Porque, mientras la Iglesia Católica no cambie sus reglas, una relación amorosa con un sacerdote no es lícita. Y lo que no es lícito aquí tampoco lo es en el cielo, para mí, ése es el punto.

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