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COSAS DE DIOS

Gracias por lo malo

Se acerca mi cumpleaños y aunque escribo esta columna desde 1999 nunca había dado gracias a Dios por acontecimientos difíciles, pero fructíferos, que me han sucedido. Lo haré hoy.

Y es que nos desborda la gratitud ante hechos afortunados pero rara vez agradecemos las lecciones dolorosas, cuyos frutos recogemos después, pese a ser tan útiles y necesarias como los primeros.

Reconozco que he dejado pasar favores recibidos, de suma importancia, sin enterarme que son eso, favores. Y, a lo mejor, mi experiencia le sirva a alguien para que también descubra todo lo bueno que ha venido a su vida mezclado con tragos amargos.

Quiero dar gracias porque no me inscribí en la universidad, en cuanto salí del bachillerato, lo que me llevó a pasar varios meses libres durante los cuales compartí con mi papá, que murió poco después. Esos meses fueron un regalo de Dios para que nos despidiéramos.

También, quiero dar gracias por las veces que estuve enamorada y el amor se acabó. Porque ninguna de esas personas era la indicada para mí y mi felicidad no estaba en ellos ni la de ellos en mí.

Agradezco, asimismo, el nacimiento de un hijo con la condición del síndrome de Asperger. Porque necesito aprender mucho sobre humildad, paciencia y tolerancia para que el Señor me asignara a este maravilloso maestro.

Manifiesto mi gratitud por las dos veces que he sido despedida de un empleo. La primera, porque abrió el camino para mi desarrollo profesional, aquí en el Listín, donde he permanecido durante casi 25 años con una breve tregua. La segunda vez, esa tregua que también viví en paz, porque permitió que pasara por una novedosa experiencia laboral y disfrutara unas Navidades a plenitud. ¡Con vacaciones colectivas!

Agradezco, incluso, haber atravesado por el dolor de un divorcio, porque ese trance me llevó a los pies de Jesús.

Y, sobre todo, agradezco mis enfermedades, y las de seres queridos, que me brindaron la lección invaluable de saber que Cristo, hoy, hace los mismos milagros que hace más de dos mil años.

Doy gracias, al Señor, por lo malo porque solo Él, en su sabiduría inmensa, sabía que era bueno. Porque a los que Él ama, todas las cosas les son para bien. Y si nosotros, que somos malos, damos lo mejor a nuestros hijos, cuánto más Él, que es la esencia misma del amor, dos dará no importa las circunstancias. En fin, agradezco esta existencia que me ha regalado, con todos sus acontecimientos malos llenos de significado bueno.

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