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COSAS DE DIOS

La mensajera de 1er grado

Buscaba un mensaje, sobre el amor, analítico y profundo. Planteado desde un argumento lógico, bien hilvanado y demoledor. Llegó sin que le faltara un solo detalle. La emisaria fue una niña de primer grado.

Introdujo su su discurso con una cita de Erich Fromm: “Si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a sí mismo; si solo sabe amar a los demás, no sabe amar en lo absoluto.”

Se llama Bianca Daniela Arce Donaire, estudiante de la Escuela Cristiana el Puente de Quepos, en Costa Rica. Habla, con una convicción y autoridad envidiables, ante el presidente de su país, la primera dama, la vicepresidenta, ministros, diputados y alcaldes.

El centro de su exposición, difundida en las redes sociales, radica en la necesidad de amarnos, primero a nosotros, para poder transmitir ese sentimiento a otros. Usted dirá que no es novedoso. No. Aunque, a menos que haya aprendido y aplicado esa lección en su vida, no está de más refrescar el dato. Pero lo que hace esta interpelación, al yo interior, distinta, única, es la voz que nos habla. La de una niñita que, no obstante, acomete su tarea a la perfección. Se nota que memorizó el discurso, pero eso no le restaÖ le añade méritos porque da a cada palabra la entonación correcta y hasta sus gestos surgen en el momento adecuado.

Ella logra una alocución magistral con un contenido que nos conmueve, en lo más profundo, porque una de las grandes carencias de esta época es la falta de amor propio. Esa necesidad que tenemos, la mayoría, de agradar, de ser valorados y aceptados, empresa imposible si tampoco nosotros nos aceptamos ni nos queremos como somos.

Al finalizar su intervención, Bianca fue tomada en brazos por los integrantes de la mesa principal, que la abrazaron, emocionados, mientras la audiencia completa, puesta de pie, la ovacionaba.

Yo me imagino que, en ese momento, también Dios aplaudía a su emisaria. Él nos habla por tantas vía y, como lo veo, escogió a esta niña para hacer llegar ese mensaje con la intención de que alcanzara a tantas personas que necesitamos oírlo.

Y, ante el trabajo impecable de Bianca, me pregunto quiénes de nosotros, cuando Dios nos encomienda ser portadores de Su palabra, la entregamos con tanta excelencia que merecemos ser ovacionados de pie y que nos levanten en brazos.

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