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Destino

Rica ‘cucina’ en plena zona de la capital

No hay que andar mucho para encontrar en la ciudad espacios donde se puede comer bien y pasar un rato ameno y a muy buen precio.

Pescado. Dorado Picato con berenjena.

Pescado. Dorado Picato con berenjena.

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

En la fachada se identifica como Ciro Cucina & Bar. En la factura aparece como Osteria da Ciro. Sea como fuere, es el restaurante al que un sábado al mediodía nos trasladamos Laura Olivo y yo para almorzar. Desde la calle pasa un tanto desapercibido. Tan pronto nos abren la puerta echo un vistazo al vestíbulo. Hacia un lado una mesa con flores y varios libros: Leonardo da Vinci, Puccini y Venetian Interiors (interiores venecianos). Encima, un libro abierto de firmas para clientes distinguidos. Adosado a la pared, un espejo redondo con marco cuadrado blanco. Al otro extremo, un espejo similar, un banco acojinado, cuatro mesitas y varios otomanes color azul. A nuestros pies, un hermoso mosaico de azulejos, decoración que se repite en el interior del local.

Ya en el salón-comedor todo salta a la vista: las mesas, los cuadros decorativos en cristal con motivos en dorado y lámparas de tres esferas de cristal. A la izquierda, la cocina abierta. A la derecha, un saloncito privado, una pequeña cava con puerta transparente y luego el bar. Al fondo, con el verdor de las plantas sembradas en rojos maceteros sujetos a un muro cual jardín vertical, se extiende en forma rectangular la terraza cerrada y con aire acondicionado. ‘¡Vamos allá!’ digo entusiasmada. Pero un camarero advierte: ‘Allí se permite fumar’. Entonces no. Ya sentadas a una pequeña mesa cercana a la cocina y a unos pasos de su entrada, miro hacia el techo luminoso de doble altura. Tiene un bello trabajo en madera de formas geométricas. Con tan bien logrado entorno uno está proclive a mejor disfrutar de la comida.

Delicias para el paladar

El restaurante Ciro tiene como especialidad la cocina italiana, pero incluye toques dominicanos en sus ofertas. Por ejemplo, cativías. Una ración trae tres piezas. La pedimos como entrada, rellenas de carne. Muy bien fritas. Ni se siente la grasa. En la carta no es extensa la enumeración de platos. Se nota que toman todo su tiempo en la excelente preparación de cada plato. Un camarero, de apellido Encarnación, nos atiende con eficiencia.

Laura se decanta por filete Angus al vino tinto. Viene con crema de papa y queso, si es que mi memoria no me falla, pues no anoté los datos. Yo me inclino por dorado picato con berenjena, la cual trae alcaparras. Al mozo pido eliminar las alcaparras. No me caen bien. (Las reemplazan por aceitunas que tampoco debo comer, pero el sazón con ellas daba muy buen sabor a la berenjena). El camarero informa que pueden preparar al horno otros pescados (lubina y chillo) que no están en la carta. Pero me apetece el dorado. Así igualmente llega en su color: dorado.

Y como el chef conoce que con la vista también se degusta la comida, cada plato viene artísticamente presentado. Por cierto, el chef se asomaba con frecuencia desde la cocina a mirar al comedor. Buena actitud. En cuanto a postres, Laura selecciona pudín de pan danés al Elisée con praliné. Yo, por razones de salud, me limito a mirarlo. ¿La única frustración? El pan con tomate seco, que en vez de llegar caliente se siente frío al probarlo. Parece que lo tienen con antelación puestos en bandejas junto a otros tipos de pan. Debieran calentarlos de nuevo antes de traer a la mesa.

Con relación a bebidas acompañantes, aparte del agua embotellada y de un café expreso descafeinado, pedimos un mojito (para Laura), y una copa de vino tinto Glorioso crianza (para mí). ¡Cuán a gusto compartimos y almorzamos! Momentos así hay que repetirlos.

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