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COSAS DE DIOS

El que me está mirando

Es una mujer muy dulce, sencilla y humilde. Es una araña, calculadora, una Margaret Thatcher. Es muy agradecida. Es muy rencorosa. Es muy solidaria. Cuando se vea viviendo sola se va a descarriar. Es moralista y conservadora. Es una persona excelente. Es hedonista. Es inteligente. No va a pasar de ahí, trabajará siempre en el mismo lugar. Es una estrella que llegará muy lejos. Es fea. Es preciosa. Estas frases, contradictorias, parecen referirse a distintas personas, pero se refieren a la misma. Todas las escuché alguna vez y se referían a mí, a la persona que soy, según otros.

Lo que ha cambiado aquí es el punto de vista desde el cual me observan los que han definido mi carácter y mi personalidad frente a mis narices o cuando doy la espalda.

Reconozco que al enterarme de lo que algunos piensan sobre Alicia me ha sorprendido. Lo bueno y lo malo. Como muchos otros individuos, pocas veces me he sentado a definirme, a preguntarse quién soy.

Trazamos el camino de nuestra vida sin que podamos salir y mirarnos desde lejos para decir: allí viene una persona de tales o cuales características. Definirnos, a la distancia, solo lo pueden hacer los otros. Y sería fácil si todo el mundo nos viera igual, ayudaría a identificar fortalezas y defectos para decidir, sin lugar a dudas, qué debemos preservar y qué cambiar. Pero, cuando tomamos decisiones, no es posible escoger el cómo las verán quienes observan. Eso tiene más que ver con ellos.

El asunto está en que cada quien nos ve diferente porque nos mira a través del cristal de sus propios defectos y virtudes, de sus afectos y desafectos. A la luz de sus intereses, a veces. Hay quien miente por herir o por adular. Al final, no te queda muy claro quién eres, si te limitas a tratar de definirte a través de lo que dicen los demás.

Quien te ama puede que no vea tus defectos; a quien te adversa se le dificulta reconocer tus virtudes y tú estás demasiado cerca para evaluarte. ¿Entonces, de qué criterio nos fiamos?

En oración, pregúntale a Dios, que te conoce a ti, al que te alaba y al que te critica, quién tiene la razón. Él sabe quién eres y quiénes son los otros. Te hará ver si debes escucharlos o ignorarlos, y seguir, como si oyeras agua caer.

En lo personal, prefiero una crítica honesta que una adulación falaz. Pero pido al Señor, ante una opinión injusta, que busca herir, tener el discernimiento y la paz necesaria para saber si debo revisarme o quien debe revisarse los lentes es el que me está mirando.

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