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COSAS DE DUENDES

Mariposas

Con un gorro de Santa Claus, una blusa roja y unos pantalones jeans, las mariposas de Emaus, de la Parroquia Jesús Maestro, se posaron en el centro correccional de menores infractoras de la ley. Allí fui testigo de cómo se materializa el milagro de la Navidad del que tantas veces oímos hablar.

En principio, aquellos rostros infantiles, de niñas como sus hijas y nietas, las miraban con recelo. Y las recién llegadas, sin mucho conocimiento de ambientes donde los seres humanos son víctimas y victimarios, también llevaban en el corazón algunos temores.

La mayoría de las mariposas nunca habían pisado un lugar para personas privadas de libertad, en este caso, niñas menores de 18 años. Qué tan duro te golpea la vida para que antes de ser una adulta responsable de tus actos debas rehabilitarte, me preguntaba mientras las niñas, obedientes, silenciosas, escuchaban la charla sobre el amor que, María, una psicóloga mariposa, pronunció con dulzura, cuidado y convicción.

Dios nos ama, les decía María, así como somos, gordas, flacas, altas, bajitas. Con lo que somos, con nuestras habilidades, fortalezas y defectos. Y nos espera siempre, les insistía. Si nos apartamos de su camino, Él estará allí, esperando por nuestro regreso, sin juzgarnos, no es un Dios castigador, Él nos sabe débiles y nos abraza en cuanto le pedimos que nos perdone.

Ni pestañaban. Hambrientas, pienso hoy, de saber cómo se trilla el camino correcto. Entonces, María cerró su intervención con una canción que derrumbó barreras y brotaron lágrimas de las niñas y de las mariposas, conmovidas también. Nada es más fácil para una mujer que ponerse en el zapato de otra, porque si no te ves a ti, ves a tus hijas, tus nietas, tu madre, tus hermanas y sobrinas.

La canción “Nadie te ama como yo” estremeció a aquellas jovencitas, que parecían inconmovibles, y lloraron. Chicell, la líder del grupo, ordenó abrazar. La especialidad de las mariposas, que se abrazan siempre, como apoyo de unas a otras. Ninguna de las niñas rechazó los abrazos, al revés, cálidas, tiernas, era como si fueran las mariposas las que necesitaran de su consuelo.

Entonces, Patricia, una mariposa bella por fuera y por dentro, se atrevió a desnudar su alma ante las que le conocemos y las que le veían por primera vez. A través de su testimonio, Dios terminó de hacerse presente. Mariposas y niñas lloraron juntas.

El dolor, como la alegría, acerca, deshace barreras.

Luego, las mariposas, que les encanta bailar y cantar, aunque no sepan ni lo uno ni lo otro, recibieron la sorpresa de que las niñas les habían guardado un regalo, danzaron para ellas. Fue mágico.

Por un momento, crees que asistes a la velada de Navidad de un colegio, que cuando esas niñas terminen de danzar, correrán a las sillas del público donde las abrazarán sus padres. No ocurrió así pero, en la despedida, entendí que se produjo un milagro, las niñas, transformadas, sonrientes, cantaban y bailan junto a sus visitantes. Ellas, también, se convirtieron en mariposas.

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