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COSAS DE DIOS

Heridas

Cuando era niña acompañé a una de mis hermanas al médico porque tenía un tumor en la cabeza lleno de pus, un absceso, pienso ahora. El caso es que el médico le dijo a mi papá que la anestesia no funcionaba en esos casos y decidió abrir el absceso con un bisturí a sangre fría. Me pidieron que le agarrara las manos a mi hermanita, menos de un año mayor que yo.

No recuerdo la edad que teníamos entonces, pero aún hoy tengo claro el gesto de dolor de ella, lo terrible que era para mí presionar sus manos y cómo llorábamos las dos.

Mis lágrimas caían sobre nuestras manos. Reconozco que en mi familia tenían un gran cariño por ese doctor y mucha gratitud, pero yo nunca he podido entender por qué no hizo un mínimo intento para que mi hermana no sufriera tanto. Esa experiencia dejó en mí una herida. Enfrento con relativa entereza muchas pruebas, pero no puedo ver ni siquiera que a mis hijos les pongan una inyección.

Al escuchar una prédica grabada del padre Emiliano Tardiff, sobre sanación espiritual, recordé ese momento tan difícil y me di cuenta de que mi terror a cualquier procedimiento médico que conlleve dolor puede venir de ese trauma que recibí en la niñez.

El padre Emiliano, en esa charla que le invito a escuchar, cita numerosos casos de enfermedades y hasta intentos de suicidio, cuyo origen se encontraba en traumas que las personas afectadas habían olvidado.

Por ejemplo, cuenta los casos de tres pacientes de un psiquiatra, en Estados Unidos, que todos los años intentaban suicidarse, por las mismas fechas. Al psiquiatra le pareció curiosa la coincidencia porque sus pacientes vivían en lugares distintos y ni siquiera se conocían. Así que decidió investigar los casos para tratar de detectar elementos comunes. La coincidencia entre las tres era que sus madres habían tratado de abortarlas por las mismas fechas. El proceso de sanación de estas jóvenes incluyó que las madres les contaran lo ocurrido y les pidieran perdón. También oraron para que Jesús las sanara.

El padre Emiliano dice que cualquier psiquiatra puede descubrir el origen de un trauma, pero sanarlo es otra cosa. Explica que así como si tenemos una herida en la piel sana más rápido cuando la dejamos al aire libre y permitimos que le dé el sol, también, las heridas del alma sanan si las llevamos a los pies de Jesús y permitimos que las ilumine la luz del Espíritu Santo. Las tres chicas con intenciones suicidas sanaron y no volvieron a intentar quitarse la vida. Pido que Dios nos regale también a nosotros, a usted que lee este artículo y a mí, la gracia de sanar nuestras heridas, las ocultas y las evidentes.

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