Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

FÁBULAS EN ALTA VOZ

Lo que aprendes cuando abandonas la vanidad

El tiempo lo cura todo. Eso es cierto, pues hasta con la vanidad, que desde mi óptica es uno de los peores ‘cánceres’ que existen, puede acabar. Todos en algún momento de nuestra vida hemos sido débiles ante ella. Pero lo importante no es cuestionarnos hasta qué punto lo hemos sido, sino detenernos a dar prioridad a lo que verdaderamente cuenta, que es lo que no se compra con dinero.

Con el tiempo y con las pruebas con que Dios ha probado mi fe, he aprendido a poner por encima de mis intereses el bienestar de los demás. He aprendido que regalar un abrazo vale más que obsequiar un lingote de oro. He aprendido que un beso en la frente muestra más lealtad que un ramo de flores. He aprendido que un espaldarazo está por encima de un cheque en blanco. He aprendido que educar en valores surte mejor efecto que comprar caprichos. He aprendido que pedir perdón es más saludable que guardar rencor. He aprendido que dar siempre será mejor que recibir. He aprendido que decir “te amo” es menos trabajoso que construirle un monumento al ego. He aprendido, inclusive, a ponerme el zapato que me acomode no el que llama la atención de los que están al último grito de la moda. Y lo que es más importante: he aprendido que todos podemos decidir vivir en una ciudad fabulosa donde la vanidad no tiene espacio. Donde la ambición no se lleva por delante la razón. Donde no hay culpables ni inocentes porque los delitos que categorizan estos conceptos, sencillamente no existen. Donde la verdad sale a flote hasta por el simple ‘croak, croak’ de un ‘maquito’. Donde la fidelidad no se confunde con la complicidad, y en fin, donde la justicia divina es la que tiene la última palabra cada vez que nos invita a reflexionar sobre lo que verdaderamente tiene valor: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Hoy los invito a poner en práctica estos dos mandamientos, pues con eso basta para no robar, no codiciar, no matar... En fin, solo hace falta ese amor por lo que perdura para abandonar la vanidad que nos lleva al abismo. En nombre de este ‘mal’ es que la ambición toma fuerza y hasta un ‘arma’ para matar a quien atente contra sus intereses. ¡Vamos a aprender a arroparnos hasta donde la sábana nos alcance aunque el frío nos congele la cabeza o los pies, pero con la satisfacción de saber hacer lo correcto!

Tags relacionados