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La conquista de la voluntad

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María Antonietta RonzinoSanto Domingo

“La voluntad es la piedra angular del éxito en la vida y uno de los más excelentes rasgos de la personalidad: hace al hombre valioso y le permite lograr sus objetivos. Pero la voluntad necesita ser educada; no se alcanza porque sí, sino tras luchar por cosas pequeñas, una y otra vez”. La disciplina y la constancia con alegría son fundamentales para fortalecerla. La voluntad es un acto intencional de inclinarse o dirigirse hacia algo. Hay una definición de la voluntad espiritual que nos llama la atención porque dice que el hombre sin valores vive huérfano de humanismo y de espiritualidad: es el hombre ‘ligth’, al que solo le interesa el sexo, el dinero, el éxito, el pasarlo bien sin restricciones y con una permisivilidad ilimitada, que puede llegar a una saturación de contradicciones que desembocan en el vacío.

El orden en la vida, y la cultura son indispensables para sacar lo mejor de uno mismo, esa lucha contínua es lo que nos permite multiplicar el mejor tiempo para que los retos de la vida y los desafíos no nos destruyan. También el orden y la prudencia nos pueden proteger en esa lucha feroz que se nos presenta día a día. Y recordar que, muchos inteligentes no son sabios porque carecen de valores humanos y trascendentes, ya que se ven abocados por la superficialidad y la frivolidad.

El hombre inferior vive aferrado a lo inmediato, el hombre superior se proyecta hacia delante, sacrificando la satisfacción pronta e inminente. Además de la voluntad de la que hablamos, se debe la persona despojar del resentimiento porque es la antesala de la envidia, con impulso especial hacia la revancha, la venganza, que muchos la logran de una manera tan sutil que aparentemente no se ve, pero al que va dirigida, la siente, porque son especialistas en esas mañas. Hay quienes inventan causas para fomentar ese resentimiento eterno que forma sujetos cínicos, sin escrúpulos, con mucha desfachatez. Son personas desvergonzadas, capaces de todo, frías, calculadoras, maquiavélicas y que quieren dar lecciones de ética con tonos suaves, aparentando ser prudentes, templadas, o equitativas. Siempre llevan un disfraz que las hace muy difíciles de desenmascarar.

La envidia es tristeza y pesadumbre ante el bien ajeno. Para todo eso debemos tener una voluntad fuerte y educada, y vencer la resistencia que nos presentan ciertas empresas.

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