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Destino

Las esculturas son parte del paisaje urbano en Guaynabo

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

Quien por vez primera visita Guaynabo y camina o pasea en auto por las avenidas y calles del centro de esta ciudad puertorriqueña, se sorprende de encontrar cómo muchas esculturas, acompañadas del correspondiente paisajismo, que forman parte del hábitat urbano. Lo que no podría suponer es la manera en que fue adjudicada la realización de algunas tan interesantes obras de arte, lo que se está investigando, junto a otras acusaciones al alcalde (ya renunciante), quien estuvo en ese cargo por más de dos décadas.

Pero como contemplarlas no tiene nada que ver con asuntos legales, mi hija Carmen y yo nos circunscribimos a apearnos o detener el vehículo para deleitarnos con ellas. Es que se encuentran por doquier: en diversos cruces de calle, en avenidas e incluso a la entrada de las urbanizaciones. En este entorno se deja sentir el deseo de proyectar verdor en muchos puntos citadinos, como la avenida Esmeralda, una de las principales entradas al pueblo con un tránsito vehicular intenso, donde las palmeras ondean sus pencas por el centro que divide el tráfico en dos direcciones.

Entre las urbanizaciones con esculturas que llaman nuestra atención está la de Bello Monte Estates. Significativo resulta además que en rotondas colocadas frente a edificios o a la entrada de calles que conducen hacia un área que gira en torno a un tema, la escultura es alegórica a éste. Lo vemos en la avioneta a unos pasos del Museo de Transportación y en la rotonda al inicio del Bulevar del Deporte, donde se eleva imponente el fuego olímpico.

La escultura del fuego olímpico tiene 74 pies de altura y en un tiempo fue considerada la más alta del Caribe. Esculpida en acero por el artista Harak Rubio fue donada al Municipio por la Fundación Francisco Carvajal. Con ella “se reconoce el tema del Olimpismo y el famoso pebetero que nunca apaga”. Para fotografiarlo, mi hija Carmen espera a que el semáforo esté en rojo y así desde el auto puede hacerlo. En este bulevar que lleva hacia el Complejo Deportivo Frailes, donde funciona el Museo del Deporte de Puerto Rico, se entremezclan con la vegetación pequeños grupos escultóricos donde prima alguna disciplina, aunque no necesariamente representen atletas que compiten sino personas de distintas edades, incluso niños, que gustan de practicar deporte como el ciclismo.

Otras llamativas esculturas que vemos desde el carro son la imponente Raíces, realizada por Pablo Rubio y ubicada en el Centro de Bellas Artes Alejandro “Junior” Cruz Ortíz, y la también imponente Vórtice II, por Heriberto Nieves, “que sirve de preámbulo ante la nueva Alcaldía”. Su tema es el balance, con un movimiento circular que refleja la armonía de la luna y el sol, según reza un folleto de los lugares de interés de Guaynabo, un pueblo que vale la pena visitar cuando uno va de vacaciones a Puerto Rico.

Flores. La escultura de esta rotonda con paisajismo algo descuidado.

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