Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Destino

De la colorida Plaza de la Cebada hasta la calle Mayor

Avatar del Listín Diario
Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

En el barrio La Latina, zona de tascas y restaurantes en Madrid, donde los nombres de algunas calles aluden indirectamente al vino (Cava Alta y Cava Baja) transito por Cava Baja junto a locales de beber y comer.

A mi paso, el Teatro La Latina y frente a mí, el Mercado de la Cebada, en una de las más antiguas plazas de Madrid: Plaza de la Cebada, levantada a principios del siglo XVI. Así se llama porque aquí separaban “la cebada destinada a los caballos del rey de la de los regimientos de caballería, en donde iban los labriegos de las cercanías de Madrid a vender la cebada”. (Lo explica en la web N. Lorena Bahamon Tabarquino, de la Universidad Complutense de Madrid). Durante la inquisición, en ella se levantaron hogueras y se torturaron a quienes eran considerados herejes o brujas.

El primer local del Mercado, de 1875, era de hierro y cristal. Fue derrumbado en 1956 por razones de salubridad, levantado uno nuevo en 1962 y reconstruido en el 2003 durante la reconstrucción de la Plaza de la Cebada. En mi andadura llego a la calle Toledo, en una de cuyas esquinas anuncian 300 montaditos (bocadillos). En una acera, me llama la atención un edificio que tiene a un lado la estrecha fachada de un templo coronado por una Virgen, y al otro lado, en el segundo piso (en España viene a ser el primer piso), un lugar que dice Fiestas Paco.

Prosigo hasta cruzar la Plaza Mayor, y en la calle Mayor me detengo ante el Gran Café de Madrid, que en su frente promociona el Menú del día por 10 euros. El bajo precio no concuerda con un nombre tan rimbombante. El interior, con un alto zócalo en madera, tiene un aspecto desgastado. Aunque resultan sumamente interesantes las fotos antiguas y los anuncios de gran tamaño realizados en épocas muy lejanas, como el de la “Pluma fuente ideal de Waterman” y el de Fulgor, limpiador de metales. Contrastan con la modernidad de un par de televisores de pantalla plana encendidos en un programa de competencias. A la barra y en una de las mesas, gente que habla inglés. En otra, dos señoras de hablar castizo. Es escasa la clientela, pero en Madrid, la 1:30 de la tarde es temprano para almorzar.

Pido el menú del día. De primer plato, Paella de mariscos; de segundo, Gallo a la plancha (gallo es un tipo de pescado), amén de pan, postre o café y bebida (el tinto sabe bien). Lo complicado es que los camarones en la paella están sin descascarar. Limpiarlos se me hace difícil. Cuando termino, al recoger el plato la camarera pregunta: “¿Le dejo estos cubiertos?” Prefiero unos limpios. En cuanto al pescado ¡cuántas espinas y qué poca masa! Las patatas (papas) acompañantes están semiduras, pero tienen buen sabor, con ajíes y cebolla. ¿De postre? Poco a escoger. Lo mejor: una pera. Viene sólo con un cuchillo. ¡Ni modo! Por 10 euros, ¿qué se puede esperar?

Churrería en la calle Mayor En la misma calle Mayor, para un sabroso chocolate con churros, en la casa número 11 funciona la Churrería Chocolatería Las Farolas. Hasta ella llego. Tiene dos puertas. La de entrada, normal. La de salida, corrediza, tiene dibujada sobre el cristal una mano abierta. A su lado indica: Tocar para abrir. Mas no es tocar con ruido, sino colocar la mano de uno sobre la mano dibujada. ¡Y ahí corre la puerta! ¡Vaya novedad!

Tags relacionados