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La consagración de las Vírgenes

En el contexto litúrgico del sexto Domingo de Pascua tiene lugar esta hermosa celebración de Consagración de Vírgenes de nuestra Iglesia arquidiocesana de Santo Domingo . El tiempo pascual es un período cargado de alegría, vida y esperanza en el que la Iglesia prolonga durante siete semanas el gozo inefable de la Resurrección de Jesucristo . A las mujeres que seguían al Señor, cuando fueron al sepulcro en la madrugada del domingo, el ángel les dijo: “¿por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Resucitó, no está aquí”. Aquel hecho, a pesar de las circunstancias adversas que lo rodeaban, las llenó de gozo y asombro igual que a los Apóstoles, algunos de los cuales se resistieron en principio a aceptarlo . Lo cierto es que las repetidas apariciones del Resucitado convencieron a todos de la verdad de aquel acontecimiento desconcertante y que pronto se convertiría en la razón de ser fundamental del cristianismo . En la primera lectura de hoy del Libro de los Hechos de los Apóstoles nos encontramos con el Concilio de Jerusalén en que el Espíritu Santo, los Apóstoles y los miembros de la “Iglesia Madre” se dirigen a los hermanos convertidos de la gentilidad. “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponerles más cargas que las indispensables” . Fue una auténtica carta de la libertad en Cristo, página esplendorosa de la historia de la Iglesia . Pero sabemos que una constante perenne en la historia de la salvación y de la misma Iglesia ha sido la encarnación del mensaj mediante la encarnación de la fe en muy diversos ambientes culturales . Hoy vemos que en los comienzos de la Iglesia y en los escritos del Nuevo Testamento, Pablo de Tarso, judío de raza y religión, pero romano por ciudadanía y griego de cultura y mentalidad, fue el primero en tender el puente entre el judaísmo y el cristianismo y entre la fe cristiana y la cultura helenista de su tiempo que prevalecía en todo el imperio romano, es decir, en el mundo conocido entonces . En un largo proceso de siglos la verdad del Evangelio ha ido extendiéndose por los cinco continentes y hoy, gracias a los recursos de la tecnología, el mensaje de salvación llega a innumerables personas que a diario navegan en las redes sociales o acuden a lugares muy disímiles en que se predica el mismo . Pero no podemos olvidar que el gran protagonista de ese fecundo proceso ha sido y será el Espíritu Santo de que nos habla el evangelio de hoy y también el libro de los Hechos de los Apóstoles, como vimos antes . “Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les vaya recordando todo lo que les he dicho” . Recordemos que estamos hablando del discurso de la Última Cena, noche de despedida, de confidencias, de recomendaciones finales, de bellísima oración sacerdotal, la noche del mandamiento nuevo del amor: “un mandamiento nuevo les doy y es que se amen los unos a los otros como yo los he amado” . Consiguientemente, el Espíritu Santo, el Paráclito, que en su etimología griega significa “el llamado junto a uno” con el fin de acompañar, proteger, defender…, queridísimas hijas que hoy se consagran al Señor, es nuestro Abogado y Defensor, es su Abogado y Defensor, mientras caminamos en este mundo en medio de dificultades y tentaciones que nunca nos faltarán, pero no tengan miedo, el Señor las ha elegido y llamado entre tantas contemporáneas suyas aquí y en muy diversas partes . Con esta vocación, queridas hijas, el Señor las ha preferido como sus esposas místicas y sus confidentes y, naturalmente, es una vocación que supone y exige un amor de correspondencia fiel, incondicional y sin reservas, para siempre. Siéntanse, pues, privilegiadas de haber sido distinguidas por Él con esta singular llamada . A este propósito creo importante recordar aquí que la vocación a la virginidad aparece ya en los primeros siglos de la Iglesia, obviamente sin desconocer la grandeza y dignidad del matrimonio que el mismo Dios instituyó en los orígenes de la humanidad y que Jesucristo ratificaría con su autoridad al venir al mundo . Comenzando Jesús su vida pública, realizó su primer milagro – a petición de su Madre – con ocasión de un banquete de boda (Cfr. Jn. 2, 1-11). La Iglesia reconoce una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el mismo será un signo eficaz de la presencia de Cristo . En su predicación, Jesús enseñó sin ambigu¨edad el sentido original de la unión del hombre y la mujer tal como el Creador lo quiso al comienzo . Pero también demos saber y reconocer, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “que desde los comienzos de la misma Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya” (Ap. 14, 4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle . El mismo Jesús invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que Él es el modelo, así lo encontramos en San Mateo 19,12: “Hay eunucos que nacieron así del seno de su madre, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales por el Reino de los cielos… Quien pueda entender que entienda” . La virginidad por el Reino de los cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, dice el mismo Catecismo . Y añade en el número 1620: “Estas dos realidades, el sacramento del matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios vienen del Señor mismo. Es Él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivir conforme a su voluntad (Cfr. Mt. 19, 3-12) . La estima de la virginidad por el Reino, dice el Concilio Vaticano II en la Constitución “Lumen gentium 42” y en el Decreto “Perfectae caritatis 12”, y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente . A este propósito cita una afirmación del elocuentísimo San Juan Crisóstomo: “Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad” (Virg. 10, 1) . Conviene saber que otros Santos Padres, figuras eminentes de aquellos siglos difíciles pero muy gloriosos, fueron grandes defensores y promotores de la virginidad consagrada . Es el caso de San Cipriano que a mediados del siglo III escribía un breve tratado “sobre el modo de conducirse las vírgenes”: “Ahora mis palabras se dirigen a las vírgenes por las cuales es tanto mayor mi solicitud, cuanto más excelsa es su gloria” . En adelante el Obispo no será para las vírgenes únicamente su jerarca, a quien deben permanecer sumisas, será su padre amoroso que, mezclado íntimamente en sus trabajos y sus alegrías, les enseñará por sí mismo el lenguaje de la pureza y las conducirá en sus primeros pasos por el camino de la virginidad. Consecuencia de esto fue el robustecimiento del voto . Igualmente debe mencionarse a San Ambrosio, con quien la institución de las vírgenes consagradas alcanzó su cima antes de que la vida monástica absorbiera aquella bellísima experiencia . Tuvo San Ambrosio una hermana, Marcelina, virgen consagrada a Cristo por el Papa Liberio, y a petición de ella se decidió a compilar sus sermones sobre la virginidad en un triple tratado: “Sobre las vírgenes, a mi hermana Marcelina” . Aun en sus cartas a los emperadores aprovechaba San Ambrosio la coyuntura para ensalzar la virginidad . A estos dos grandes santos habría que añadir a San Jerónimo que escribió varias cartas sobre la conservación de la virginidad y sobre la educación de dos niñas . Basten estos ejemplos, a los que seguirían otros no menos gloriosos, en siglos posteriores, para resaltar la importancia de la virginidad en la vida de la Iglesia hasta llegar a nuestros días . “Queridísimas hijas, la virgen consagrada está llamada a manifestar la originalidad y la riqueza de la filiación divina en toda su especificidad terrena, intensificando la sacralidad de una vida dedicada exclusivamente al amor de Cristo y al servicio del Reino” . En el carisma de la virginidad está la Iglesia madre que plasma y estructura la forma espiritual del alma consagrada, oxigenándola y nutriéndola con su espiritualidad . Amadísimas hijas, se disponen ustedes ahora a formular su consagración al Señor. Nosotros todos, comenzando por mí, escucharemos con atención y serenidad su gesto de entrega al Señor . Les garantizo que estaré siempre dispuesto a escucharlas, aconsejarlas y a orar asiduamente por cada una para que su divino Esposo les conceda la gracia de la fidelidad y del servicio donde la Iglesia las necesite . Una última palabra para sus respectivas familias en cuyo seno nacieron y crecieron. Sus padres hoy las acompañan para entregarlas generosamente al Señor . Siéntanse muy queridas por sus familias que en este día, memorable para ustedes, se comprometen a reforzar sus vínculos de cariño por cada una y a orar para que Él les dé el don inapreciable de la perseverancia . Finalmente me dirijo a las comunidades en que ustedes han madurado su fe y han realizado su vida cristiana. Sus hermanos de comunidad se comprometen hoy a orar por ustedes para que su Esposo místico las proteja y las fortalezca en su noble propósito de consagración a Él . Con mi cordial bendición para cada una de ustedes .

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