SIN PAÑOS TIBIOS

El 50 aniversario del PLD

La gente tiende a dar por sentado lo evidente; es un instinto natural reconocer lo presente como una proyección natural que viene del pasado y no como lo resultante de un proceso, una dinámica, una historia. Disfrutamos con tanta plenitud nuestra democracia que olvidamos tiempos pretéritos en donde pensar diferente era una herejía. Así las cosas, nuestra democracia la asumimos como un estado permanente y no como el resultado de un proceso; el último eslabón en una cadena de sacrificios individuales y colectivos que fueron construyendo un Estado basado en el respeto a los derechos fundamentales, el debido proceso y la alternancia política.

En esa lógica, el 50 aniversario de la fundación del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) debería ser motivo de celebración de toda la sociedad dominicana. Y es que la constancia, la disciplina y la organización no son atributos que nos caractericen ni nos distingan como colectivo, razón por la cual, el partido fundado por Juan Bosch como respuesta a las contradicciones que se dieron a lo interno de las estructuras del viejo Partido Revolucionario Dominicana (PRD), no sólo representó el sueño de su líder de construir desde cero un instrumento de cambio de la sociedad, sino también la apuesta de romper con el esquema del bipartidismo y asaltar el poder desde la brecha; hito que tomaría 23 años y que finalmente, aún con un líder con capacidades intelectuales menguadas, pudo ser logrado de la mano de un joven Leonel Fernández que gracias a sus innegables capacidades, pudo ser algo más que el muchacho al que dos viejos le levantaron las manos, eso que algunos quisieron ver.

La historia del PLD parece a ratos escrita por Shakespeare; en ella coinciden el drama, la tragedia, la farsa, la comedia, la épica… pero confluyen y se superponen todos los sentimientos y pasiones que mueven a los seres humanos: el amor, el odio, la lealtad, la traición, la amistad… Al margen de ellos, que son problemas internos, es imposible obviar el decisivo y fundamental aporte del PLD en la construcción de un mejor país.

Habrá muchas críticas, faltas y errores que le son imputables, pero también muchas obras, ejecutorias, y, sobre todo, un innegable aporte en el fortalecimiento institucional del Estado dominicano del siglo XXI; su moderno diseño organizacional, la robustez de sus fundamentos económicos y las bases de su modelo productivo.

Hoy, a sus 50 años de fundado, el partido de Bosch está fracturado y dividido, y lejos de alegrarse por ello, la sociedad debería hacer un alto y reconocer sus aportes. La política partidaria y la realpolitik determinarán al final si su ciclo histórico culminó; si quedará cooptado por un grupo como un instrumento de defensa de intereses particulares; o si encontrará su salvación en las jóvenes generaciones que se atrevan a abrevar en los ríos del maestro… sólo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, 50 años son razones suficientes para celebrar… aunque no parezca.