Testigo del Tiempo

La aristocracia política

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J.C. Malone

os gobierna una falsa “élite política”, que solo habla con ellos mismos, son genios que solo nos necesitan para que apoyemos y validemos todo lo que hagan.

Son aristócratas, descendientes de burócratas, la nueva aristocracia política que, como Ramfis y Angelita Trujillo, disfrutaron las riquezas que sus padres amasaron cuando estaban en el gobierno.

Los padres de nuestros gobernantes anduvieron por callejones inimaginables para sus descendientes, hicieron sus nombres, también muchachitos y muchachitas “ilegítimos”.

Con la plata del poder, criaron a sus hijos “legítimos” como Trujillo crió a Ramfis y Angelita, con derechos, sin deberes.

Trujillo inauguró la aristocracia política. Nuestros gobernantes, aristócratas actuales, arrogantes e intolerantes como fueron aquellos, gobiernan un pueblo del que están totalmente desconectados.

Antes de gobernar vivían, diría Oscar Wilde, dedicados “al serio estudio del muy aristocrático arte de no hacer absolutamente nada”.

Son personajes de telenovelas, vivieron sin trabajar, dependían de “negocios de la familia” ignoramos cuáles eran esos “negocios”.

Hoy tienen un “empleo serio”, administran el dinero que pagamos en impuestos, como ayer administraron sus padres.

No entienden ni quieren entender a sus bases políticas.

Tienen “funcionarios” para rendirle culto a la personalidad del presidente Luis Abinader, como antes hacían con Trujillo, claro, la lisonja es un derecho inalienable de la aristocracia.

Celebrando la Restauración, el 16 de agosto último, Juan Pablo Uribe, presidente la comisión de Efemérides Patrias demostró sus destrezas “lambónicas”.

Uribe, con el histrionismo vehemente de Yiye Ávila, brazos abiertos, manos al cielo, proclamó que Abinader es “sin lugar a dudas, sin lugar a dudas, un restaurador del siglo XXI”.

Quien lame chacabanas de lino almidonadas, perderá las papilas gustativas y el sentido del gusto, quedará “despapilado”.

La audiencia, tan lisonjera como él, aplaudió efusivamente las lisonjas, y Abinader aceptó las medallas con “mucha humildad”.

Esa “adulonocracia representativa” manipula gobernantes con lisonjas, desde Santana hasta hoy. Convencieron al ex presidente Leonel Fernández de que no debía sentarse en “cualquier silla”, le cargaban su “silla presidencial” en un helicóptero, están consagrados a la lisonja.

Fuera del gobierno, nuestros aristócratas descubrirán lo que Joaquín Balaguer sintió, y definió como la “soledad del poder”.