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Historia

¡30 de mayo Día de la libertad!

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo, RD

En este 30 de mayo del 2020 el pueblo dominicano conmemoró el 59 aniversario del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo. La conspiración del 30 de Mayo fue numerosa en cuanto se refiere a sus integrantes y su modo operativo estuvo a cargo de diversos grupos de conjurados (uno de acción, otro político y otro militar) que tenían la responsabilidad de articular el siguiente plan: primero ajusticiar al tirano y, luego, proceder con una segunda fase consistente en apresar a la familia Trujillo con sus principales epígonos a fin de provocar un recambio en la cúpula política y militar del régimen que, al cabo de breve tiempo, permitiera la celebración de elecciones libres.

Dentro de los grupos que conformaban el complot, el llamado “grupo de acción o de la avenida” era el responsable de llevar a cabo la ejecución del tirano. Los principales líderes de la conjura habían obtenido la información de que, cada miércoles, Trujillo solía viajar a su pueblo natal solo acompañado de su chofer; y sobre la base de ese precioso dato confiaron en que la delicada y arriesgada misión de enfrentarlo a tiros tendría lugar a mediados de semana. Pero el destino quiso que tal acontecimiento sucediera un martes, circunstancia fortuita que provocó que por lo menos tres de los miembros originales del grupo de acción se vieron imposibilitados de participar en el tiranicidio.

Los principales responsables de confirmar al núcleo central de la conjura la noticia del viaje de Trujillo a San Cristóbal eran -por el grupo de acción- el teniente Amado García Guerrero, quien pertenecía al Cuerpo de Ayudantes Militares de Trujillo, y –por el grupo político- Miguel Ángel Báez Díaz, que tenía acceso directo al privilegiado círculo que acompañaba al Jefe en sus frecuentes paseos nocturnos por la avenida George Washington.

Los hombres de la avenida El grupo de acción que iría a la avenida estaba conformado por nueve personas, que se distribuirían en tres vehículos, pero en vista de que fue necesario actuar con inusitada precipitación un día antes del previsto, sólo siete de los hombres que tenían la encomienda de fulminar a tiros al tirano se encontraban disponibles en la ciudad de Santo Domingo. Según Antonio García Vásquez, originalmente “los hombres que debían ir a la Avenida George Washington serían nueve: tres en cada carro. Antonio Imbert Barrera conduciría el Chevrolet Biscayne de De la Maza. Esto de tres hombres por carro se explica. Uno al volante, conduciendo, y los otros dos en sus respectivas ventanillas, del lado derecho, con toda amplitud y uso total del ángulo de tiro. Era lo justo y necesario, ya que un cuarto individuo no sería más que un estorbo, sobre todo a la libertad de movimiento dentro del carro”. Pese a esta precaución, la noche del tiranicidio los conjurados procedieron de manera diferente y se desplazaron en tres vehículos distribuidos en forma desequilibrada, impulsados tal vez por la premura con que debieron actuar: cuatro, dos y uno. Otros integrantes del “grupo de acción o de la avenida” eran Luis Manuel Cáceres (Tunti), quien debía conducir uno de los autos, y los hermanos Mario y Ernesto de la Maza, uno de los cuales debía sustituir al teniente García Guerrero en caso de que éste estuviese de servicio el día de la acción, pero debido a que estas tres personas acostumbraban viajar a la capital los miércoles, se explica que el martes 30 no estuvieran presentes en Santo Domingo. Por lo tanto, quienes de manera audaz y valiente finalmente acometieron con gran éxito la primera fase del complot fueron: Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y Roberto Pastoriza Neret.

Hay evidencias de que durante el mes de mayo de 1961, al menos en tres ocasiones (los días 17, 24 y 25 respectivamente), los conspiradores intentaron fallidamente emboscar al dictador. En la primera oportunidad, Trujillo sorpresivamente ordenó a su chofer tomar una ruta distinta a la habitual para desplazarse a San Cristóbal; en la segunda, sencillamente pospuso el viaje debido a una ligera afección gripal; y, en la tercera, decidió viajar a San Cristóbal por la mañana, siendo necesario que los conjurados postergaran su angustiante “cita” con el llamado Benefactor de la Patria Nueva. Ante tal circunstancia, ha trascendido que en la misma proporción en que los miembros del grupo se desesperaban, el deseo de Antonio de la Maza por llevar a cabo el plan, aunque fuera de manera aislada, desbordaba los límites de la paciencia. Es decir, que De la Maza estaba dispuesto a actuar él solo, por cuenta propia, en caso de que fuere necesario. Es más: el grupo incluso llegó a considerar la posibilidad de atacar a Trujillo el sábado 3 de junio, en Moca, adonde éste tenía programado asistir a un desfile en su honor, como parte de la campaña que venía efectuando en diferentes pueblos con fines proselitistas, pues pensaba postularse a la presidencia en las elecciones de 1962.

La emboscada final Sin embargo, conviene retomar el relato de los hechos a partir del martes 30 de mayo en la tarde. Tan pronto Antonio de la Maza recibió la noticia por conducto de Miguel Ángel Báez Díaz de que Trujillo contemplaba viajar esa noche a San Cristóbal, lo primero que hizo fue confirmar dicha información con el teniente Amado García Guerrero, quien casualmente se encontraba libre de servicio ese día. A seguidas, tras considerar que no disponía de tiempo suficiente para la reflexión pausada, la planificación cautelosa y mucho menos para tratar de congregar a todos los que debían participar en la emboscada, De la Maza -cuyo carácter impetuoso era de todos conocido- sin pérdida de tiempo contactó a los integrantes del grupo de acción accesibles en la capital con el fin de aprovechar la oportunidad que se les presentaría y por la que habían esperado tanto tiempo.

Todo se desarrolló vertiginosamente. Antonio de la Maza, con no disimulada precipitación, logró convocar a seis compañeros –algunos personalmente y otros por teléfono-, a cada uno de los cuales informó que la hora decisiva había llegado, enfatizando en que las circunstancias exigían pasar de la teoría a la acción. Dos horas después (Robert Crasweller estima que hacia las 7 de la noche), el teniente Amado García Guerrero se comunicó por teléfono con el ingeniero Roberto Pastoriza y le aseguró que confirmado que el hombre saldría esa noche fuera de la ciudad capital con destino a San Cristóbal. Pastoriza, a su vez, debió contactar a su íntimo amigo, el ingeniero Huáscar Tejeda (que previamente había sido localizado por De la Maza), y de esa manera las personas claves de la conspiración fueron recibiendo la “valiosa información”, como la calificó uno de los héroes. (Ha habido versiones en el sentido de que algunos de los conjurados sugirieron la posibilidad de apresar a Trujillo para luego obligarlo a dimitir del poder, perdonarle la vida y finalmente deportarlo hacia un país amigo, pero esa variante del plan habría resultado muy arriesgada y mucho más difícil de ejecutar, por lo que desde un principio dicha opción fue descartada por los líderes del grupo, quienes se decidieron entonces por una solución más expedita: la simple liquidación física del tirano.)

Tres vehículos intervinieron en la ejecución de Trujillo. Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá y el teniente Amado García Guerrero fueron los primeros en dirigirse a la avenida en donde esperaron por sus demás compañeros. Por su parte, Antonio de la Maza, en compañía de Pedro Livio Cedeño (al que buscó en casa de Juan Tomás Díaz), pasó a recoger a Huáscar Tejeda y a Roberto Pastoriza, continuando en dirección hacia el punto de encuentro distribuidos en dos vehículos. Una vez en la avenida, en las cercanías de la Feria Ganadera, hacia las 8:30 de la noche, los miembros del “grupo de acción” se repartieron las armas que estaban en el carro de Antonio de la Maza. Inmediatamente después se separaron para esperar por su presa, conforme a un croquis que para tales fines había elaborado el ingeniero Roberto Pastoriza. De acuerdo con el plan original, dos de los vehículos debían esperar por una señal de luces y entonces procederían a bloquear la autopista para obligar al carro del dictador a detenerse de suerte tal que el auto persecutor pudiera alcanzar y atrapar al blanco entre dos fuegos. Esta circunstancia hizo suponer a Antonio Imbert que sus tres compañeros permanecieron juntos en las afueras de la autopista esperando por su presa, pero en verdad los hechos ocurrieron de otra manera. Por razones que en ese momento estimaron más conveniente, los dos automóviles (el de Huáscar Tejeda y el de Roberto Pastoriza) se ubicaron en puntos distantes, es decir, separados por una distancia de dos kilómetros. Aún así, la instrucción de esos tres conjurados era que Huáscar Tejeda, tan pronto recibiera la señal convenida desde el primer automóvil, debía adelantarse al vehículo de Trujillo para, conjuntamente con Pastoriza, cerrarle el paso y tenderle el cerco convenido a fin de que el carro manejado por Imbert completara la misión.

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