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REPORTAJE

Expandillera pide a jóvenes dejar vicios

Apoyo. Indira Gandhi Corporán junto a la abogada y oficial de la Policía, Verónica Suero, quien la ha apoyado en su proceso de reinserción social.

Apoyo. Indira Gandhi Corporán junto a la abogada y oficial de la Policía, Verónica Suero, quien la ha apoyado en su proceso de reinserción social.

A los 13 años de edad se fue con su novio y a los 16 “cogió la calle”, pero hasta los 27 experimentó un mundo entre pandillas, consumo y venta de drogas, prostitución, asaltos, atracos, peleas callejeras y sumisión, que la llevaron a intentar quitarse la vida en reiteradas ocasiones.

Esta es la historia de Indira Gandhi Corporán, de 28 años de edad, quien hace un año inició la reinserción social, con la ayuda de la capitán de la Policía Nacional, Verónica Suero, quien se dedica a dar charlas en las escuelas y los barrios de esta ciudad, enseñando buenos modales a los niños y a los padres cómo educarlos.

Ella sabe lo que es soportar en sus glúteos cerca de 500 tablazos como castigo de sumisión en una Nación o Banda, por desobedecer.

“Me metí en una banda que le decían Forty Two Los 42, Poder amor y Paz y ahí te mochaban brazos y dedos si la traicionaba. Yo era una suprema distrital de las mujeres, que es el último nivel de la Nación, porque me aprendí todo. Yo daba tabla también”, comentó.

Dijo que se metió a esa Nación en visitas que hizo a la cárcel de La Victoria, donde estaba un tío preso que era una suprema, o sea un jefe de la banda.

“Primero fui un soldado universal, después era una segunda, luego yo era una tercera. Eso son rangos como en la Policía y se consiguen aprendiendo y demostrando que uno tenía coraje”, dijo.

Explicó que la Nación no era tan mala, pero si los muchachos “metían droga”, se ganaban un castigo de hasta 500 tablazos por las nalgas.

“Ahí tú solo podía fumar yerba, pero no podía oler perico ni meter crack, ni Pablo Escobar, es más, ningún tipo de droga. Si alguien violaba esas reglas, yo buscaba una tabla negra gordísima que tenía y lo ponía boca abajo y con la pela botaban el cuero, pero no podían contarlo en sus casas, porque les cortaban los dedos”, comentó.

Contó que de acuerdo a la Nación que perteneciera el joven, le cortaban dedos diferentes y eso los identificaba en cada caso.

Conoció Los óeta, Los 45, Los Latin King, Los Mercaderos, Los Trinitarios, Los Blond, Amor de Patria, de los cuales unos eran naciones primas y otras enemigas que cuando se encontraban, siempre alguien salía muerto.

Resaltó que la Nación es para el que quiera entrar, pero debe tener “cojones”, pues hay que cumplir las misiones y como enemigos que eran de Los King, Los Mercaderos y lLos óeta, había que estar siempre listo para la pelea.

“No citábamos Nación contra Nación a machetazos, puñaladas, tiros y a cada rato moría uno. Yo soy superviviente y por eso quiero ser útil a la Patria”, contó.

Indira Gandhi Corporán es una mujer menuda, pero brava, oriunda de la provincia San Cristóbal, la cual contó que en sus andanzas dormía en cualquier rincón donde le cogiera la noche, y no le tenía miedo “ni al mismo Satanás”.

“Desde que me fui a la calle, me involucré con malas personas. Participé y fui parte de asociación de malhechores, ladrona descuidista. Bueno, ya a los 16 años yo estaba desacatada totalmente, nadie me controlaba y por eso duraba hasta seis meses desaparecida sin ver a mi familia, haciendo cosas malas”, narró.

Como vivía “a su manera”, cuando Indira no tenía dinero, buscaba el medio que fuera para llenarse los bolsillos de papeletas y una de las prácticas más habituales era quitar motocicletas o robarles a los hombres con los cuales se acostaba, cuando estos eran vencidos por el sueño.

“Mira, cuando cumplí 18 años de edad, fue cuando me di más mala de verdad. Me puse peor y peleaba mucho con mujeres a las que les cortaba la cara. Yo siempre andaba armada con mi navaja”, dijo.

Pero el cuerpo de Indira también tiene cicatrices en el rostro, los brazos, la espalda, el cuello y otras partes del cuerpo, que son las huellas de las peleas en las que participó, de los abusos que contra ella cometían algunos hombres, pero las que no se borran de su mente, son las que ella misma se infringió en los brazos para cortarse las venas y morir.

Metida en vicio “Yo me metí en vicio y siempre estaba buscando problemas. Cuando yo consumía drogas, pensaba que estaban hablando mal de mí o me estaban haciendo algo, y entonces me ponía imperactiva y me la cogía con buscar peleas. No me importaba nada”, agregó.

Mientras conversaba, quedó callada un instante y susurró: “Si yo hubiera encontrado a alguien que me aconsejara, me tratara con amor y me comprendiera, hoy fuera una de las fiscales del país que trabaja en apoyo a la mujer abusada. Tuve mi primer hijo a los 13”, expresó cabizbaja, pues su gran sueño era estudiar leyes para defender a los abusados.

Esa mujer de tez morena, menuda y de ojos grandes, explicó que toda su actitud la desencadenó la partida de su madre hacia Alemania, cuando ella tenía apenas siete años de edad, pues no quería que la dejara con su padre y madrastra.

Se le aguaron los ojos y manifestó que sus sueños se derrumbaron cuando su madre la dejó y fue presa de la decepción, por lo que sus penas crecieron con la edad hasta perderle el sentido a la vida.

“Me quedé viviendo con mi padre y mi madrastra, pero sentía que me maltrataban. Me ponían tareas muy fuertes que a los otros niños no les tocaban. Yo llenaba dos tanques de agua que estaban en la segunda planta, cargando cubetas y galones desde el primer nivel y eso me hacía sentir abusada”, contó con voz entrecortada y ojos húmedos.

Duro golpe Uno de los “golpes” que recibió Indira Gandhi Corporán fue cuando recibió la noticia del asesinato de un tío suyo que pertenecía a una banda, pero que lo veía como a un padre.

“Su muerte provocó entonces la de mi madre que más tarde murió en Alemania por el sufrimiento que le causó la partida de su hermano. En ese momento sentí que me quedé sola en el mundo”, dijo.

Ese episodio ocurrió cuando ella había cumplido los 22 años de edad y justamente ahí fue cuando sintió que el mundo acabó de derrumbarse sobre ella. y empezó a intentar quitarse la vida continuamente, llegando a cortarse las venas de los brazos, tomar potes llenos de pastillas llenos y lanzársele delante a los carros en marcha en las vías.

¿Cómo “tumbaba los motores”? Indira nunca pensaba en el futuro, solo en el dinero que podía conseguir cada día con sus actos delictivos y siempre tenía un plan armado para ponerse “una pinta cara”.

“Yo buscaba un componente (un compañero) y le decía vamos a buscar cuarto. Entonces me decía que nos íbamos a llevar una moto 15 que daban 20 mil pesos por ella. Yo me iba a la parada y pedía un servicio al motorista que tuviera la más nueva y entonces en el punto pautado, mi amigo me esperaba con una pistola y entre los dos le quitábamos la moto. Era yo que me iba manejando, pero nunca maté a nadie, aunque en una ocasión tuve que darle un tiro a un hombre que le robamos por las piernas, porque me iba a matar. Me tenía con una llave al cuello y pude zafarme y disparar”, aseguró.

Dijo que lo triste del caso es que ese dinero que conseguía solo le duraba un día, porque compraban tenis Jordan, gorras de marca y ropas caras sin regatear precio. Agregó que el resto lo compraban de drogas y el día siguiente armaban otro plan para buscar más.

“Yo dormía en los platos de las casas, en los callejones y en cualquier lugar. En una ocasión a las tres de la mañana yo caminaba sola por La Ciénaga teniendo yo 16 años de edad y un hombre intentó violarme. No me dejé y me defendí con dos cascos de botella. Él no se esperaba que una muchacha flaca y jovencita como yo pudiera defenderse, pero la calle me enseñó que hay que ser fuerte”, agregó.

Charla en una iglesia Indura Gandhi Corporán contó que su vida cambió cuando llegó a una iglesia evangélica, donde Verónica Suero impartía charlas sobre el buen comportamiento y los valores.

“Ella me cayó muy bien y me di cuenta que ella era abogada, entonces cómo yo no estoy declarada, busqué su apoyo para sacar mi acta, porque quiero estudiar. Ella empezó a darme consejo para que dejara ese mundo y volviera a retomar los estudios. Ahora quiero a Verónica como a una madre”, dijo.

Y es que darles sermón a hijos ajenos para que sean hombres y mujeres de bien, útiles a la sociedad, alejarlos de los vicios y amigos de mala influencia, pareciera una tarea cuesta arriba, pero la oficial lo hace cada día.

LA GENTE SIGUE JUZGANDO A INDIRA GANDHI CORPORÁN “Ya yo cambié y eso duele cuando la gente te ve de esa manera siendo uno útil a la sociedad. Yo siempre lloro por eso. Es que la gente nunca acepta el cambio de una persona que viene de donde yo salí”, aseguró Indira.

De hecho, Verónica Suero, quien es periodista y abogada de profesión, destacó que cuando ven que ella le da una bola en su vehiculo o cuando acepta que ella la visite, la gente la crítica y le aseguran que Indira le va a robar, pero la oficial confía en el trabajo que hizo en ella.

Verónica Suero es parte de un equipo de miembros de la Policía que en los barrios a enseñan reglas de conducta a los muchachos y pautas de crianza a los padres, para que se preocupen más por el fututo de sus hijos. “No solo ayudé a Indira Gandhi Corporán a salir de las garras de la delincuencia, sino que los niños y jóvenes que he ayudado a retomar el camino bueno, son muchos”, aseguró.

Secuelas. Indira Gandhi Corporán muestra las marcas en su espalda a causa de las peleas en que se vio envuelta durante su vida como pandillera.

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