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REPORTAJE

Convierten en mercado Puente Rafael Herrera

Aunque a primera línea le parezca insólito, unas imágenes captadas sobre el tramo de entrada al puente local nombrado a la memoria de Don Rafael Herrera, banilejo, una de las plumas más preclaras del periodismo dominicano, muestran hasta donde un creciente desorden desgasta los fundamentos de ley aquí, y como los responsables de su ejecución se han rendido a los pies del caos.

Esta vía, construida en 1997, está levantada contiguo al viejo puente de acero, que se resiste al retiro, construido en el año 1935, en el primer lustro de la tiranía de Trujillo.

Las pruebas más contundentes las muestran unos negocios de venta de productos agrícolas, pescados, frutas, dispositivos electrónicos y unidades en formato digital para almacenar datos y música, que ya hacen espacio en sus laterales o se mueven en su calzada interior, destinada al tránsito para dos líneas, de entrada y salida.

Es una actividad ilegal, pero esta gente se mueve libre con sus negocios, desafiando riesgos, sin ningún llamado ni objeción de las autoridades.

El puente es el primer cruce vial sobre el río Baní, el más importante accidente geográfico que toca la ciudad.

Durante las últimas dos décadas empezaron a acercarse al primer tramo de su entrada gente que vive de negocios informales.

La entrada a la “boca del puente” está justamente frente a la sede de la Regional Central de la Policía, situada sobre una ligera elevación de terreno que domina el panorama abajo.

Primero llegaron a las proximidades del puente los motoconchistas, que se re- clinaron en márgenes del primer kilómetro de la carretera Sánchez, hacia Santo Domingo, y a las entradas hacia las comunidades Mata Gorda y Peravia.

Un mercado El florecimiento de negocios en estos espacios cercanos, como estaciones de gasolina, comerciantes de vehículos, una universidad, negocios de comida preparada y alimentos no procesados, freidurías, y otras, atrajo a más gente desde diferentes confines.

Entonces, el puente sobre el río parece haber causado atracción por sus espacios, que acogen el paso natural de medios de transporte y de peatones por pasadizos especiales, a vendedores de chucherías que invadieron la vía, asediando a conductores y pasajeros, pregonando a gritos sus artículos, o tocando cristales de las unidades en marcha.

Venden allí todo tipo de frutas, aunque el mayor número son vendedores de Discos Compactos (CDs) que saltan y corren raudos ante el constante flujo de vehículos procedentes del Sur y Santo Domingo.

Lo que impera en esta entrada formal a la ciudad, a través de su único puente hábil para el tráfico, es un caos que ensarta peligro.

La autoridad no hace nada para evitarlo, y ningún ente de policía, incluyendo a la Dirección General de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett), no distingue entre la seriedad de este problema.

El asunto ha llegado hoy a una situación de preocupación entre muchos ciudadanos que expresan vergu¨enza por este espectáculo.

Este punto de concentración de vendedores, que obliga a los conductores a reducir a lo mínimo la velocidad para no estropear a esta gente, termina taponándose constantemente por unos molestosos “policías acostados” levantados en la entrada del puente.

Un puente que honra a un servidor de Baní como lo fue Rafael Herrera, necesita ser recuperado, volver a colocar las juntas metálicas que los traficantes de metales se robaron hace años en un acto delictivo cometido exactamente frente a la sede policial y que el Ministerio de Obras Públicas limpie y pinte la estructura para devolverle el esplendor y el uso adecuado que merece.

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