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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

The net

El maestro Kim Ki-duk retoma en este filme uno de los temas más recurrentes en su extenso catálogo autoral: las dos Corea, es decir, la realidad política de su país. Parece decirnos que la política es igual desde donde quiera que se mire. Que el poder solo busca su propia terquedad aunque tenga que recurrir a métodos poco ortodoxos. El rejuego ideológico es aplastado por la realidad de los líderes que no se tienen a mirar el trasfondo del alma humana sino la exuberancia de sus propias maneras de entender que cada ser humano trae una coletilla para dinamitar un sistema, vístase como se vista, llámese como se llame y tenga la familia y el oficio que tenga.

En este filme, transcurre el enfrentamiento entre dos poderes que buscan imponerse sin mirar que la mesa del diálogo puede ser el instrumento para lograr la sensatez.

Aunque el Norte siempre se ausenta del debate a la hora de plantar las verdades. La puesta en escena de Kim Ki duk tal vez carece de la altura formal a la que acostumbra (a pesar del escaso presupuesto con el que suele trabajar). Es directo. No se apoya en la poesía de “Primavera verano, otoño, invierno y otra vez primavera”, sino que, tanto su puesta en escena como su fotografía, apuntan a espacios cerrados, meticulosamente bien preparados, a imágenes en `primer plano, a rostros transfigurados, a diálogos fuertes, hirientes, a veces reiterativos, porque su intención va mucho más allá de una simple propuesta cultural.

Pero no nos equivoquemos. Estamos en presencia de una película de pies a cabeza, con una historia demoledora, con actuaciones convincentes y el empleo de recursos tecnológicos llenos de dignidad profesional (fotografía, ambientación, escenarios, vestuario, maquillaje, etc). Hay momentos en que la propuesta visual no coincide con la intensidad de los diálogos. Los personajes políticos están construidos de manera ecléctica, por no decir rígidos; todos tienen aires previsibles, no hay cambios de coloración, ni rasgos que al mismo tiempo los humanicen y satanicen dentro del contexto donde se desarrollan. Esto, en el cine de Kim Ki-duk no es de extrañar.

Él predispone al crítico que va en busca de una historia de matices, porque en resumidas cuentas, le canta al lado oscuro de la vida. Un buen director, cuando enfrenta el cine político, sacrifica la estética por la etica. Las primeras cintas de Constantino Costa Gavras, son ejemplo. No se pretende comparar al maestro coreano con el controversial director franco-griego. Sus épocas, discursos y maneras de ver el cine muy distintas.

“The net” es un documento de denuncia, un audiovisual demasiado politizado, con un final abierto, desesperanzador, mimético, donde el espectador quedará atrapado y no podrá deducir por sí mismo un simple desenlace (ni real, ni imaginario) porque el director prefiere especular, y que cada quien interprete lo que quiera. Lo que le sucede al pescador norcoreano en esta historia le puede ocurrir a cualquier persona que de manera accidental cruce la frontera de un país enemigo del suyo, y pretenda regresar sano y salvo a la región donde vive. La viceversa es peor porque, de Corea del Norte, nadie que desoiga las órdenes de la dictadura, sale con vida.

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