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Tribuna abierta

“Duendes y locos de las dunas” en NY

Tablas. Una escena de “Duendes y locos de las dunas”, un montaje con originalidad y buen sentido estético.

Tablas. Una escena de “Duendes y locos de las dunas”, un montaje con originalidad y buen sentido estético.

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Giovanny Cruz (Colaboración especial)Santo Domingo

Establezco como principio de esta crónica-crítica que a los directores teatrales no se les dirige. También, que un director no es simple lector de obras. Es un ente creativo que conduce, en intrincado proceso, una trupé de artistas; a su vez con complejos y con visiones y culturas diferentes entre sí. Todo esto, en procura de lograr una verdad estética unificadora y coherente.

¿Logra Leyma López, como ese dios del que nos habla Allan Poe que del caos construye un universo, articular un discurso estético-teatral en su visión de “Duendes y locos de las dunas”? Lo hace con originalidad y buen sentido estético.

Esta directora cubana, a partir del Texto Literario, elabora su particular Texto Escénico. Desde el inicio de la propuesta ella establece el derrotero que seguirá su concepción de la pieza: los espectadores deben sentase prácticamente dentro de “su” escenario y, sin apenas darse cuenta, se convierten en parte de un coro griego, cómplices del suceso fundamental que ejecutan los personajes.

Toda la trama ocurre en unas dunas. El cuadro plástico y el vestuario que nos propone Leny Méndez son efectivos. En el concepto grotowskianio (escasos elementos) en que transcurre la realización, supera el convencionalismo. Las arenas y montañas de las dunas nos son “mostradas” a través de tonos de telas que oscilan entre marrón y crema. El suelo es una alfombra de un tono distinto a los anteriores. Constituye un acierto el situar los distintos flashbacks de la obra entre sombras chinescas. Ahí la obra es más tragedia griega que nunca. Esto, porque las escenas de absoluta violencia son vistas por los espectadores, pero entre sombras.

Toda la música de la realización, un poco cinematográfica, se ejecuta en vivo por un único percusionista: Anthony Carrillo. Esta se convierte en ocasiones en un leitmotiv. ¡Buen efecto!

En esta obra no hay protagonistas y antagonistas definidos. Todos los son.

No obstante, Colasa es una sacerdotisa y justiciera que tiene como misión “coordinar” la trama y hacer que los demás personajes asuman, en la verdad, el hecho fundamental.

La actriz Teresa Yenque nos convence desde su aparición en escena. No parece requerir muchos esfuerzos para su interpretación. Es interna, proteica, intensa, teatro total. Su concentración es absoluta.

Guillermina, interpretada por Angie Regina, exhibe unos recursos de voz extraordinarios. Su manejo corporal es uno de los mejores.

Luego de su participación en el hecho fundamental de la obra, Angie-Guillermina viene convertida en una fiera realizada y reconciliada consigo misma. Pienso que la risa que nos muestra en ese momento no debería estar.

El Nicodemo realizado por Antonio Rubio es sencillo, pero muy efectivo. Su voz y su cuerpo están siempre al servicio del ritmo y atmósfera de la obra y del personaje. Buena transformación.

El Negro Yogo-Yogo. Resulta que en esta realización el actor que lo interpreta, Sandor Juan, es casi caucásico. Empero, su caracterización, sin que hubiese sido necesario embarrarlo de maquillaje, nos convence. Él y la López se la ingenian, mediante recursos actorales y vocales, para mostrarnos a un muy creíble Yogo-Yogo. Cuando ocurre algo así, a este teatrero sólo le queda la opción de aplaudir.

Dolores, la prostituta sin oficio del paraje, es un personaje con garras y dual. María Cotto se entrega absolutamente a él. Su sentido plástico es extraordinario.

En esta ocasión fui solamente testigo. En varios momentos me olvidé que había escrito el texto y en el momento de la fiesta en las dunas hasta quise bailar junto a los actores. Ahora, complacido, solicitaré el... ¡Telón!

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