Los abrazos curan

Muy a menudo, los abrazadores por naturaleza tropezamos con gente demasiado ocupada con el chat de WhatsApp. Se nos está haciendo difícil la dulce tarea de abrazar a quienes le prodigamos cariño y también a aquellas almas inspiradoras de un apretón.

Abrazar es un arte. Los abrazos están moldeados de afecto, de ternura, de solidaridad. Los abrazos también curan. Son las caricias más socorridas en los funerales, en la enfermedad. Es el mimo gratuito para dejarte saber, sin abrir la boca, que estoy aquí, que cuentes conmigo.

Leidi Alejo, una compañera muy valiente de este amado andar periodístico, ha hecho de los abrazos un ejercicio cotidiano. Ella abraza y también los reclama a su entorno afectivo. Es una manera de provocar el cariño, de mirarnos a los ojos, de preguntarnos cómo estamos, de conversar y disfrutar el presente que se escapa al estar tecleando con el ausente.

En una relación de pareja, los abrazos tienen magia. Son los brazos que te rodean como gesto espontáneo. Es la caricia más romántica y necesaria luego del roce divino de la sexualidad. Es el abrazo la mejor bienvenida cuando llegamos a casa. Es la mejor manera de decirte estoy aquí, estoy para ti, estoy presente.

“Abrázalo mucho”, es el consejo repetido desde que Amín llegó a nuestras vidas. La justificación es que “los hijos crecen muy pronto” y en la adolescencia no son dados a aceptar que los padres le anden besando y abrazando frente a sus pares.

Abrazar es un arte y una curación. No te resistas al afecto. No importa qué edad tengas, qué tamaño y qué urgencias. Ofrécele la bienvenida y verás qué tan especial sopla el viento en un alma querida, abrazada por los demás.