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Hablar de cosas que suman

Santiago está ávido de noticias positivas. Los medios crean una imagen de ciudad insegura y tenebrosa.

a tragedia arropa los contenidos informativos emitidos desde Santiago. Es tal la situación que cuando la periodista Indira Vásquez se identificó en Santo Domingo como residente en esta ciudad, le dijeron: ¡Ah! Vives en Colombia, por la cantidad de notas luctuosas que se transmiten desde aquí.

A principios de año el papa Francisco declaró que el mundo padece el afán de que “para que una noticia sea buena ha de causar un impacto” y se promueve “el espectáculo del drama, del dolor y del misterio del mal”.

La afirmación describe el contexto que estigmatiza la capital del Cibao, pues desde aquí, todos los días y a distintos horarios cobran vigencia accidentes de tránsito, asesinatos, peleas, denuncias sin investigar, imágenes de cabezas partidas, llanto de gente pobre.

La exposición burda de la tragedia devora a la gente humilde.

Las cámaras nunca posan su “hambre” de sangre en velatorios de ricos.

La ventilación de la miseria no solo es exclusiva de los noticiarios.

La fama y el lucro que han cobrado “figuras prestantes” de la televisión, inspira a gente joven que siguen los pasos vampirescos en vez de apostar al equilibrio desde la comunicación. Juan Carlos Ortiz, del Voluntariado por la Seguridad de Santiago (VOSES), afirma que en la ciudad “lo que más vende son las noticias negativas”. Critica la proliferación de programas dedicados a exponer hechos dañinos e hirientes, mientras sus productores engordan su patrimonio a costa del sufrimiento ciudadano.

A juicio de Ortiz, la crónica roja que durante años se posa sobre Santiago, afecta el turismo, el clima de inversión pero especialmente la muestra ante el mundo como una ciudad insegura, desolada.

Urgen buenas noticias Las iniciativas cívicas, sanitarias, culturales y económicas de la ciudad, tienen poco espacio en los contenidos informativos compartidos desde Santiago. La buena acción, el desempeño honesto, la organización de ciertas instituciones, la armonía de los ambientes, ocupan pocas cuartillas de diarios y un porciento reducido en medios electrónicos. De pronto, la ciudad del Monumento, rica en atractivos, en gente valiosa, en ideas dignas de imitar, está manchada por sus propios medios de comunicación. La excepción descansa en programas de variedad y de entretenimiento.

A Yomaira del Rosario, reportera de Teleantillas para la región Norte le mortifica que la gente siempre quiere saber sobre lo sangriento, lo controversial y todo aquello que no quiere para sí mismo. Expone que las agencias de prensa ofrecen este tipo de contenidos “porque es más fácil”, pues “lo difícil es hacer lo correcto, o sea, resaltar, proponer, producir lo que ha estado ahí, lo que, a veces desde la sombra, y sin afán de mostrarse, hace bien”.

Yomaira testimonia que en su canal resaltan las buenas noticias generadas en Santiago. A su modo de ver, el periodista tiene el reto de hacer valer todo eso positivo. “Yo debo vender mi noticia positiva como haría cualquier vendedor de su pastel. Debo convencer a mis jefes de que, lo que trato de hacer es sumamente importante. Durante décadas, Teleantillas ha sacrificado las audiencias masivas por la audiencia de calidad en procura de no dar lo que la gente “quiere” si no lo que merece, manifiesta.

La reportera de honestidad probada, asegura que el afán de lucro está detrás de exponer la tragedia diariamente y a todas horas. “Si mi “rating” está en el tope me estaré guisando unos buenos pesos”, declara. En la ciudad donde vive y cría sus hijos, Yomaira escucha frecuentemente a gente de otras localidades decir: “y hoy, ¿cuántos mataron en Santiago?”

A juicio de la periodista, el despliegue maligno sobre Santiago, mutila otros grandes esfuerzos que se hacen desde aquí. “Esta exposición constante de sangre y muerte genera confusión al presentar a una ciudad violenta e insegura. Impide que se pueda conocer a un Santiago esperanzador, que ofrece alegría, que tiene gente cálida.

Construir En el mensaje que sobre los medios de comunicación emitió el papa Francisco, dejó claro que cada nuevo drama que sucede en la historia del mundo se puede convertir también en el escenario para una posible buena noticia.

En esa onda siempre ha estado el comentarista de opinión Haime Thomás Frías, quien lleva años quejándose frente a las cámaras de lo mucho que afecta a la urbe esta cascada de noticias negativas. El conductor de ‘La Revista’ por Teleuniverso, fundó la entidad “Opinadores Públicos Autorizados” (OPA), la cual se esfuerza en desmitificar la creencia de que “somos una ciudad violenta, invivible”. Asegura que muchos productores se han lucrado de la situación porque es más fácil transmitir información basada en crímenes y robos que producir otro tipo de temas. “Santiago, según las estadísticas ocupa el quinto lugar entre las ciudades de mayores niveles de delincuencia y sin embargo, la percepción nos hace aparecer como la primera, por programas que dedican gran parte de su tiempo a difundir noticias de criminalidad y los periódicos con sus titulares. Tengamos en cuenta que miles de lectores solo leen los titulares y que los programas se hacen con apoyo de los diarios”, analiza Haime.

Causas del problema: Programas que basan su contenido en las famosas conferencias de prensa en el Comando Norte de la Policía. Decenas de personas enganchadas a comunicadores para imitar en base al dolor la bonanza económica de algunos productores de radio y televisión. Los periódicos titulan las tragedias del Cibao bajo la firma de Santiago, aunque el hecho haya sido en la frontera. Pasividad de los dueños de canales ante programas que difunden imágenes horripilantes. De acuerdo a Haime Thomás, niños, niñas y adultos que no podían dormir cuando veían un cadáver se acostumbraron a ver esas escenas como algo común. “Si se estudiara el fenómeno quizás pudiéramos tener ahí un estímulo para la cantidad de sicarios que tenemos hoy”, apunta.

Hablar de cosas que suman, hace bien, es un antidepresivo.

Acción. El bien está por todas partes, hay de sobra para proyectar.

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