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Pausa

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Grisbel Medina R.Santo Domingo

Hoy vivo la pausa más descansada de mis 40 años. De hecho, solo he tenido dos en la vida: el cambio de hogar al mudarnos a Santiago, y hoy al ser gobernada por un ser humano de ocho libras y cuarto.

Sobre la pausa, tan obligatoria en la ruta de la vida, recibí un recuadro de Yvelisse Almonte con la siguiente reflexión: “Practica la pausa. Cuando dudes, haz una pausa.

Cuando te enojes, haz una pausa. Cuando te canses, haz una pausa. Cuando te estreses, haz una pausa y cuando pauses, respira profundo y agradece”.

La meditación es válida para muchas lecturas.

Muchos sinsabores evitaríamos si hiciéramos par de pausas al día. Tendríamos menos dolor y preocupación si en vez de alimentar el prejuicio, la duda y el enojo, nos tomáramos el tiempo de respirar, de drenar el desenfreno, de desaguar el sufrimiento aun sea con segunditos de respiración.

Una pausita al día nos permitiría mirarnos con amor y desarrollar empatía en los demás.

El organismo no anidaría tantas dolencias si nos damos el chance de bajar el acelerador, cesar la bocina, perdonar, sonreír.

La fatiga y la demanda cotidiana detonan situaciones engorrosas. La pausa obligatoria sería el vasito de agua tan necesario para soliviantar la impotencia, la desolación, la soledad.

Una palmadita en el hombro puede hacer la diferencia.

Y si no hay nadie para ofrecértela, date golpecitos en la cabeza, acaríciate el pecho o las mejillas. Este ejercicio te permitirá comprender que estás ahí y eres el único gobernante de tus impulsos. Practiquemos la pausa, respiremos y demos gracias por la oportunidad de hacerlo.

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