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Las pequeñas cosas

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Mi padre siempre no se explica el afán humano de acumular cuando a veces resulta imposible reunir a su familia en un solo lugar. O sea, varias posesiones y la dificultad de juntar en una galería a su gente, al verdadero tesoro, a la familia.

La frase regresa a mi memoria al leer la reflexión del cantautor venezolano Franco de Vita: “Vivo tranquilo con cuatro tomates y dos mangos en mi casa; la satisfacción de recoger la fruta de mi jardín es como ganarme la lotería; ahí encuentro yo la vida, en los pequeños detalles”.

Las pequeñas cosas de la existencia son la vitamina del alma. Lo mejor que hicimos y luego recordamos es difícil que tenga que ver con dinero. Veo a Milagros de Féliz reflejándose en los ojos de Elena, su nieta, y la imagen no se paga con Master Card. Veo a Ángel Miguel cantando después de luchar en una sala de prematuros, y se me aguan los ojos. Veo a Ridalbi celebrando las destrezas motrices de su hija Luna Miranda después de un accidente doméstico y me emociono hasta el infinito.

Las pequeñas cosas de la vida son celebraciones imprescindibles. Bendigo el ánimo mañanero de Gioconda, quien se pinta de rojo los labios y aunque el cielo esté gris esparce los buenos días con el sabor a tierra fresca y plantas florecidas. También la bondad e inteligencia de Any, quien calma muchos apuros de hambre y dolor sin salirlos a vociferar.

Franco de Vita ha dicho: “Estamos sometidos a una no libertad, la mayoría de las personas no están contentos donde viven, además nos comprometemos cada vez más con cosas que si reflexionamos no nos hacen falta y nos hacemos esclavos de ellas”. Al artista de versos con rima le sobra verdad. Ha lanzado la piedra del verbo a la tendencia humana de acumular cosas materiales, a ser esclavos de la tecnología y las apariencias. La invitación es a soltarle nudos a la mochila vivencial y no perder de vista la bondad en las cosas pequeñas. Ahí reside la mayor riqueza.

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