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Millonario ruso entrega al COI el manuscrito original del manifiesto de Juegos Olímpicos

Alisher Ousmanov es un millonario ruso que además es presidente de la Federación Internacional de Esgrima.

Alisher Ousmanov es un millonario ruso que además es presidente de la Federación Internacional de Esgrima.

El manuscrito original del manifiesto de los Juegos Olímpicos, escrito en 1892 por Pierre de Coubertin y vendido por 8 millones de euros en diciembre, fue entregado al Comité Olímpico Internacional (COI) por el millonario ruso Alisher Ousmanov, presidente de la Federación Internacional de Esgrima (FIE), anunció el COI este lunes.

Vendido en Nueva York en una subasta organizada por Sotheby's, el documento alcanzó un precio récord para un objeto ligado al deporte.

"Es gracias a su generosidad que podemos actualmente reflexionar sobre nuestra historia y celebrar este vínculo directo con nuestro padre fundador", declaró en un comunicado el presidente del COI, Thomas Bach, refiriéndose a Ousmanov.

"Pierre de Coubertin tenía la visión de un mundo unido por el deporte y no dividido por los enfrentamientos y las guerras. Pienso que el Museo Olímpico es el lugar más apropiado para conservar este manuscrito de un valor inestimable", respondió Ousmanov.

El empresario, de 66 años y origen uzbeko, preside desde 2008 la FIE. También es uno de los principales accionistas del Arsenal, gigante de la Premier League.

Escrito en francés, el manuscrito comprende 14 páginas en las que Coubertin explica su visión para hacer renacer los Juegos Olímpicos de la Antigüedad con una competición deportiva moderna e internacional.

Es el único ejemplar conocido de este texto, que sirvió de base para un discurso realizado en París el 25 de noviembre de 1892, con la ocasión del quinto aniversario de la unión de sociedades francesas de deportes atléticos.

Dos años después de este discurso, Coubertin fundará el Comité Olímpico Internacional en 1894, preludio de los primeros Juegos de la era moderna, en Atenas, en 1896.

El documento desapareció durante varios decenios tras el fallecimiento de Pierre de Coubertin, en 1937.

A principios de los 90, François d'Amat, apasionado de Pierre de Coubertin, lo encontró en Suiza, donde un coleccionista lo guardaba en un cofre.