“Al que buen árbol se arrima...”

EL ÁRBOL: Los árboles representan cobertura, fruto, producción, reposo, estabilidad, paz. Un árbol no crece de la noche a la mañana y toma su tiempo en echar raíces, fortalecer su corteza, recibir suficiente luz solar, abono, agua. El mismo desarrolla los mecanismos de defensa que necesita y lo hace en medio de sequías, tormentas, pestes y exposición a bacterias. La tierra le proporciona los nutrientes que requiere según su fruto y él se encarga de ensamblar y encajar todos los elementos internos para fructificar y multiplicarse.

El Manual de Vida dice que “todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.” (Mateo 7:17-18) Los atletas son como los pajarillos que necesitan árboles donde posar para hacer nido. Necesitan cobertura, reposo, estabilidad y donde anidar su identidad, miedos, emociones, sentimientos más allá de un terreno de juego.

El hogar representa para el atleta ese buen árbol del cual deberían emanar esas características. Si el hogar es bueno, el fruto se verá en el manejo del atleta. Si el hogar es malo, de igual forma se manifestará. Nadie se desarrolla solo, por eso todos somos colocados en comunidad. El diseño del Creador fue perfecto para que seamos árboles fuertes, resistentes, preparados para viento, fuego, sequía, bonanza y productividad, y que en cualquier temporada se pueda tener seguridad.

HOGAR: ¿Qué es un hogar bueno? Así como el que se arrima a un buen árbol, buena sombra le cobija, así el que se anida en un buen hogar, buena atmósfera le rodea. Para un atleta es importante saber que todo está en su lugar. Esposa, hijos, finanzas, familiares, y cada una de esas áreas tiene sus dinámicas a desarrollar. Un atleta bien atendido, en su alimentación, suplementos, horas de descanso, horas de esparcimiento, rinde mejor en el terreno de juego. Un hogar organizado, estructurado, probado en experiencia y procesos pocas veces se “seca” en momentos de asueto.

Los deportistas necesitan balancear su adrenalina con tiempos de calidad en otras áreas de su vida que no los carguen, abrumen, preocupen u ofusquen. Toma tiempo y sabiduría desarrollar un hogar balanceado pues así como el árbol para crecer atraviesa por tiempos de sequía, tormentas, pestes y bacterias, así cualquier hogar tendrá sus desafíos necesarios para fructificar. El árbol tiene que tomarse el tiempo de conocer la naturaleza del “pajarillo” que va a anidar, para poder extender sus ramas y follaje de acuerdo a la necesidad.

¿Qué es un hogar malo?: “No puede el árbol malo, dar frutos buenos.” Nadie produce donde hay tensión, no fuimos hechos para eso. Un hogar donde se desconozca el rol de cada quien es un candidato seguro a dar malos frutos. Competir con un atleta es como darle gabela a una tortuga: por más rápido que corra nunca pasará de la naturaleza de su velocidad. La competencia en un hogar, entre esposo y esposa o padre e hijo, en el caso del atleta, es una bacteria mortal. El competir y demandar de ellos espacio, tiempo, atención, solamente recrudecerá la situación. El atleta ya viene de un ambiente de presión y recurrir a ese método solo provocará una mala reacción. Así como el mal árbol no da cobertura, deja que los rayos del sol calcinen el alrededor, da una sensación de sequedad, no hay nada bebible o comestible que probar, así mismo se siente un hogar de malos frutos, una atmósfera asfixiante, calurosa, sin reposo donde se quiere emprender a la huida y no retornar.

DEPENDENCIA: Cuando se está alrededor de un atleta hay que tener claro el sentido de pertenencia y responsabilidad. “... ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así que, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7: 16, 20) Del atleta dependen muchos, pero, ¿en quién puede el depender? Decidamos ser del que da frutos pero sólo el Creador nos puede enseñar y sostener en cualquier temporada.

Hasta la próxima.