REFLEXIONES DEL DIRECTOR

El “periódico de los barbudos”

Era una Redacción peculiar.

Casi todos sus redactores lucían barbas, muy de moda en aquellos tiempos post-revolución de abril de 1965.

Que coincidiesen, en su mayoría, con esta particularidad, no obedecía a ningún recurso premeditado para diferenciarse de los demás.

Fue una espontánea concurrencia de identidades. ¡Pero lograron el efecto!

Para la época en que se fundó el vespertino Última Hora, en 1970, repito, la barba era un sello muy distintivo entre los jóvenes y, en particular, entre los estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

A los que las lucían se les identificaba como partidarios de la revolución, de la izquierda, o asociados del comunismo, como entonces sospechaban los servicios secretos del gobierno.

Solo la perspicacia de un director como Rafael Herrera engarzó esta característica, común a la Redacción del vespertino Última Hora, para hacerla sobresaliente, con cierto gracejo, en un editorial del Listin.

En ocasión de un nuevo aniversario de Última Hora, a Herrera se le ocurrió bautizarlo como “el periódico de los barbudos”.

Y sin dejar de lado un toque de fina ironía, también le llamó “el hijo malcriado del Listín”, porque a pesar de que era un periódico de la misma empresa, que funcionaba a pocos metros de la sede del Listín, su línea informativa y editorial era más caliente, vibrante y punzante que la del centenario padre.

Lo dirigía Virgilio Alcántara, maestro del periodismo, que formaba parte de la mesa de corrección de estilo del Listín, y tenía como jefe de Redacción a Gregorio García Castro, brutalmente asesinado en 1973, a poca distancia de ambas sedes.

Eran los únicos ejecutivos no barbudos del periódico. Los demás del staff, como Aníbal de Castro, quien posteriormente fue jefe de Redacción y director, todavía las conservan, aunque encanecidas.

Tres veteranos, como José González y Jorge Bournigal, de la sección deportiva, y Mario Emilio Pérez, tampoco tenían barbas. Alegaban que eran lampiños, para que “no nos confundan”.

Al temido general Pérez y Pérez, una de las figuras militares de mayor mando en la época de Balaguer, no le agradaban mucho estos periodistas barbudos.

A Guarionex Rosa, que era uno de ellos, le dijo un día que no podían ser amigos hasta que no se la quitara. Guarionex le respondió que era una “barba ortopédica”, y le sacó así una risa indulgente al general.

No sé si los demás barbudos, Aníbal de Castro, Luis Minier Montero, César Rivera Espaillat (Riverita), César Medina, Alfredo Freites, Augusto Obando y Juan Bolívar Díaz, tuvieron experiencias recelosas por esa causa.

Pero sí recuerdo que, en una recepción en el Salón Verde del Palacio, en 1969, el presidente Balaguer pasó a saludar a los periodistas llamándoles por sus nombres o apellidos y, tras extenderle sus manos a Guarionex, de quien se supone que su rostro le era familiar porque era el reportero palaciego, se detuvo un tanto extrañado y le dijo:

“Ah, excúseme que con esa barba no lo reconocí”.

¡Qué mordaz era el Doctor!

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