editorial

Son más amigos, más leales

En una sociedad en la que la coexistencia intrafamiliar y comunitaria se hace cada vez más infructuosa ¿qué suerte les espera a los animales que viven y comparten sus espacios entre nosotros?

Aunque existe desde hace años una ley especial para protegerlos y garantizar su tenencia responsable, el Estado no ha mostrado con hechos tangibles y efectivos, que cumple con este compromiso.

Ni tampoco que le interesa.

Sin embargo, estamos ahora en un momento apropiado para hacerlo porque, a la inversa de lo que ocurre entre personas, las interacciones entre humanos y animales han adquirido otro sesgo, tras la pandemia del Covid.

Bajo el azote del coronavirus, los humanos se vieron obligados a convivir en distanciamiento, en algunos casos en aislamiento, a suprimir abrazos y caricias físicas y a sufrir las irreparables pérdidas de familiares o amigos queridos.

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Es ahí, en un contexto tan especial, cuando las mascotas comenzaron a llenar vacíos, mitigar duelos y ganarse el cariño y la protección como vigilantes de hogares y como especies de buena y amigable compañía.

El mundo de los animales domésticos ofrece muchas utilidades y beneficios al ser humano.

Los defensores y protectores de estas especies dicen que cuando se descuida su atención, la sociedad misma se desestabiliza a nivel sanitario, social, emocional y económico.

A falta de cumplir con la ley que los protege—la número 248-12–, el país carece de casas-albergues o refugios en cada provincia y la capital, para asegurar atenciones de salud y alimentación.

Suplir estas necesidades ha dado lugar al surgimiento de un gran mercado de ofertas que bien mueven la economía.

Es preciso dar más protección y cuidados a estas especies del reino animal que comparten el mundo con los humanos, a menudo más amigables y leales que aquellos que viven de la traición, el oportunismo, la codicia y la asechanza alevosa.