La otra pandemia
Al tratarse de una situación nueva, la vida en confinamiento o bajo amplias restricciones ha trastornado el equilibrio emocional de muchos dominicanos de todas las edades.
Episodios de delirio, depresión, profundas ansiedades y dificultades de adaptación al esquema de encierro o movilidad regulada y limitada han abatido a miles de niños, adolescentes, jóvenes y adultos mayores.
Más de seis mil llamadas en situación de emergencia han sido atendidas por el Departamento de Salud Mental de Salud Pública de personas agobiadas por la incertidumbre, las malas noticias acerca de la pandemia del coronavirus, las pérdidas de familiares o amistades y los temores al contagio.
Muchos han somatizado los síntomas más conocidos asociados al ataque del virus, creyéndose contagiados y en trance de morir. Otros se han sentido demasiado estresados por las cargas del teletrabajo o por la inadaptación al encierro domiciliario.
Los especialistas en la conducta humana se han visto, de repente, desbordados por las demandas de atenciones para estos casos que constituyen, apenas, lo que podría ser la punta de un iceberg de una crisis emocional y psíquica de amplio espectro, como secuela de la pandemia.
Es hora de revisar, por ejemplo, el modelo de educación remota que, al parecer, no ha podido cumplir las expectativas de integrar a los estudiantes confinados, ni mucho menos probar eficiencia en el aprendizaje.
Lo mismo ocurre en el ámbito del teletrabajo, una actividad que ya venía experimentándose en ciertas áreas, pero que al generalizarse, forzada por circunstancias de fuerza mayor, ha significado duros desafíos para aquellos cuya labor se mide por desempeño o cuotas de rendimientos.
A esto que los psiquiatras comienzan a llamarle la nueva pandemia contra la salud mental debemos prestarle la mayor atención y, con urgencia, apelar a los correctivos que las ciencias de la conducta humana, como la psiquiatría y la psicología, ponen a nuestro alcance.