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La Fundación Fénix y su lucha contra las adicciones

Las adicciones al alcohol, a las drogas y otros vicios insanos han atrapado y envilecido a centenares de adolescentes y jóvenes dominicanos constituyendo uno de los mayores problemas sociales del país.

Las respuestas que se conocen son aquellas en que entidades de salud o de apoyo comunitario ofrecen terapias para la rehabilitación de los adictos, pero ha faltado organizar todo un sistema de orientación y educación a gran escala para prevenir esas adicciones.

Gran parte de esta brecha la ha llenado, con las ayudas que recibe de contribuciones voluntarias, la Fundación Fénix, fundada por doña Giralda de Imbert, hace 25 años, empleando un enfoque de tipo preventivo mediante charlas en escuelas y clubes.

La Fundación reunió a un grupo de especialistas en la conducta y diseñó un programa de educación y orientación que se ha extendido por todo el país y al mismo tiempo patrocinó becas de estudio y ayudas financieras para los adictos que no tenían con qué pagar los tratamientos terapéuticos.

Doña Giralda tocaba las puertas de los especialistas para que de manera gratuita atendieran a los jóvenes que acudían a su plan piloto experimental y las experiencias alcanzadas han animado a la Fundación a entrar en una nueva etapa de acciones para intentar “sanar” a gran parte de la juventud que ha caído en las garras de esta “enfermedad del alma”, como ella ha bautizado a las adicciones.

Lo relevante, en este caso, es que la tarea de auxiliar a la juventud para que no caiga en estos estados de sumisión a los vicios la ha asumido una entidad privada, compuesta por ciudadanos animados en luchar por el mejor porvenir del país poniendo a salvo sus recursos humanos del futuro, que son los jóvenes.

En realidad, esta debe ser la tarea de un Estado. Pero si el problema no se asume en sus dimensiones reales y potenciales, es decir, con programas intensivos y bien fundados en los conocimientos que brindan la psicología y otras especialidades médicas, difícilmente lograremos reducirlo.

Por eso merece reconocimiento y apoyo de la sociedad el esfuerzo que, en solitario, ha hecho esta fundación, siguiendo el ejemplo de otras fundaciones privadas que se han comprometido con los propios recursos que obtienen, a enfrentar las situaciones de incapacidad o de conductas inapropiadas que afectan hoy a muchos de nuestros ciudadanos, especialmente jóvenes.

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