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La autoridad en declive

Episodios de rebeldía, forcejeos, agresiones o insultos entre civiles y policías, que evidencian una clara deficiencia en la aplicación de los métodos para imponer el orden público, están provocando el declive progresivo y acelerado del principio de la autoridad en nuestro país.

Por esa causa ya no solo resulta difícil el esfuerzo de poner el orden en una situación de riesgo o de peligro real, sino de evitarla. Cuando la autoridad de tránsito, por ejemplo, deja que los conductores de vehículos (principalmente motocicletas) crucen los semáforos en rojo, está mandando una señal inconfundible de incompetencia o de indiferencia.

Y lo mismo ocurre cuando los encargados de combatir la criminalidad o el tráfico de drogas en las calles aceptan entrar en contubernio con los maleantes, ya que al claudicar en su misión pierden la autoridad frente a la sociedad, que sabe de sus insanas tratativas.

Las pruebas más patentes de que campea el irrespeto hacia los símbolos que identifican a las autoridades del orden público y la seguridad ciudadana son los frecuentes casos en que conductores, transeúntes o parroquianos de un centro de diversión, se rebelan frente a policías, guardias o agentes del tránsito, los enfrentan a veces cuerpo a cuerpo o sencillamente no les hacen caso a sus órdenes.

Es penoso ver en las redes sociales o la televisión las imágenes, que ya se han hecho muy frecuentes, de discusiones entre civiles y agentes del orden en cualquier lugar, en las que intervienen terceros para impedir que apresen o le coloquen esposas a un sospechoso o violador de la ley, y cómo los agentes, con sus armas de reglamento, ponen en evidencia la poca preparación o destreza en el manejo de estos procedimientos.

Estas impericias ponen en entredicho el principio de la autoridad, que finalmente no logra imponerse ni por métodos coercitivos, pero tampoco por los medios de la disuasión. Y en la medida en que este irrespeto se generalice como una respuesta o reacción del ciudadano frente a los agentes del orden, entonces las leyes y los llamados a hacerla cumplir no servirán para nada.

Esto es lo que, sin lugar a dudas, parece estar ocurriendo en nuestra sociedad actualmente.

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