Las estrecheces de una alta corte

Dos estrecheces agobian al Tribunal Superior Electoral (TSE): su insuficiente presupuesto de 500 millones de pesos anuales y el reducido espacio físico en que todavía desenvuelve sus actividades desde hace seis años.

Para colmo, cada vez que llueve, las filtraciones de agua empapan las oficinas de los jueces titulares, impidiéndoles trabajar con regularidad, y si necesitan celebrar audiencias tienen que pedir prestado un salón al Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, en cuyo edificio funciona al TSE.

Estas dos situaciones atentan contra la dignidad de esa alta corte que al funcionar en un local estrecho no tiene ni majestad, pero tampoco la sobria y respetable majestuosidad de las sagradas salas de audiencia de cualquier tribunal superior de nuestro sistema judicial.

Al no disponer de un presupuesto holgado y sufrir, por el contrario, un déficit de 200 millones anuales por causa de tal insuficiencia, el TSE tiene prácticamente las manos atadas para cumplir con algunos mandatos que la propia Constitución le confiere.

La esperanza que tienen los jueces del TSE es que se cumpla una promesa que, según dijeron, les hizo el presidente Danilo Medina el año pasado para aumentar las partidas solicitadas en el presupuesto complementario, que todavía no se ha conocido.

O que el Congreso le apruebe el aumento para el Presupuesto de 2019, que es el año preelectoral.

Al tener que celebrarse dos elecciones en tiempos diferentes del 2020, una en febrero para las autoridades municipales, otra en mayo, para las presidenciales y legislativas y una eventual segunda vuelta, si fuere necesario, el último domingo de junio de ese año, la carga de responsabilidades del TSE será mayor y, por fuerza, necesita que se le asigne un presupuesto digno y equivalente al tamaño de sus irrenunciables responsabilidades y necesidades.

Y, sin dudas, esto incluye un nuevo local, amplio y apropiado, acorde con su categoría de alta corte.