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La devaluación de los símbolos patrios

El irrespeto hacia los símbolos de la Patria ha cobrado dimensiones preocupantes, hasta el punto de que muchos no tienen reparos en usar la Bandera o dibujar el Escudo Nacional al margen de las disposiciones constitucionales o reproducir la imagen de los patricios según como la perciba, en su mente creativa, un escultor.

Como no existe una ley de símbolos patrios, tantas veces reclamada por historiadores e instituciones que custodian el legado de la República, el irrespeto no encuentra barreras de ningún tipo y por eso se generaliza, porque además de ignorarse ciertas reglas elementales, también existe poca conciencia ciudadana sobre estos valores.

Falta la solemnidad, por ejemplo, cuando se interpreta el Himno Nacional en ceremonias para izar la Bandera o inaugurar un acto especial y se ven a ciudadanos caminando o circulando en sus vehículos o distraídos, muy ajenos al signifi cado de esta composición en la creación de la República Dominicana.

La ley de símbolos patrios fue aprobada en la Cámara de Diputados, pero falta que el Senado fi nalmente le dé su visto bueno y penalice a los que, por ejemplo, usen la Bandera en bailes indecentes, en los sarcófagos de sicarios y pelafustanes, en atuendos y manteles o en cualquier otra actividad ajena al homenaje patriótico.

Por igual, debe penalizarse a aquellos que adulteran las características del Escudo Nacional en documentos y publicaciones, ofi ciales o no, como si no se tratase de una auténtica falsifi cación.

Tal vez con ese instrumento legal, como el que se ha propuesto, se podría evitar en el futuro que se reproduzcan, esculpidas, pintadas, fotografi adas o trucadas, las imágenes de nuestros patricios muy diferenciadas entre sí de las que han sido y deben ser las icónicas, las que la historia guarda como modelos.

Lo que ocurre aquí, en ese sentido, es tan diferente a lo que ocurre en otras naciones donde los rasgos faciales o corporales de los héroes son replicados, sin nada de retruécanos que pongan en entredicho su relación de semejanza con tales personajes, o que sirvan de acicate para generar burlas o rechifl as de transeúntes u observadores que pasan por delante de sus bustos o estatuas.

Un modelo, icónico y representativo, es lo que necesitamos de Juan Pablo Duarte y los demás fundadores de la Patria, para que no se cometan distorsiones en su intento de clonación escultórica.

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