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Basura e inundaciones

La desagradable experiencia que sufrieron los residentes del Gran Santo Domingo la semana pasada con las inundaciones de casi todos sus sectores por causa de las lluvias de la onda tropical Beryl, ha avivado las preocupaciones por el vulnerable sistema de drenaje de la metrópolis.

Y al sumarse a estas inundaciones el problema de la contaminación del río Ozama por el extraordinario cúmulo de basura, posteriormente derivadas hacia el mar, en el borde del malecón de la avenida George Washington, estas preocupaciones se acentuaron.

No hay dudas de que esta realidad, que se hace recurrente en las temporadas ciclónicas, debe ser enfrentada por el Gobierno y las autoridades municipales del Gran Santo Domingo, mediante un plan gradual de drenaje y control de los desechos sólidos, dos cánceres inextirpados de esta urbe.

Con más de cuatro millones de habitantes, el Gran Santo Domingo afronta los daños ambientales y a la salud humana que representa la duplicación del tonelaje de desperdicios sólidos que se produce, insufi cientemente recogidos y manejados, capaces de hacer colapsar nuestro sistema de drenaje.

Es lo que acaba de ocurrir y lo que sufrieron en carne propia los habitantes, muchos de los cuales vieron perder o dañarse sus ajuares ya que durante el paso de la onda Beryl cayeron 225 milímetros de agua, equivalentes al 15 por ciento de lluvias que deben caer en todo un año, que es en promedio de 1,500 milímetros.

Con un volumen así ninguna ciudad es capaz de salvarse de una inundación a gran escala, mucho menos si su sistema de alcantarillado se ha quedado en estado precario que amerita de un inevitable aunque costosísimo plan para modernizarlo y hacerlo efi ciente.

Concomitantemente con el necesario rescate de este sistema, es imperativo profundizar los programas de orientación y educación ciudadana para que no sigamos lanzando basura indiscriminadamente a las calles o al fondo de los ríos que nos circundan, al tiempo de mejorar su recogida y disposición fi nal, que es el gran dolor de cabeza permanente de nuestra gran metrópolis.

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