¿Peligro de una nueva “avalanche”?
Haití ha entrado, desde ayer, en un torbellino de protestas populares contra los importantes incrementos en el precio de la gasolina, el gasoil y el kerosene al poner en vigencia un acuerdo de ajustes con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que obliga al gobierno a eliminar los subsidios estatales a estos combustibles.
La República Dominicana debe observar con atenta mirada el estallido de estas protestas que se producen en un momento en que, por igual causa o por otras que implicaron aumentos de precios o impuestos en productos de primera necesidad, han sumergido en la inestabilidad, la violencia y la incertidumbre a otros países de América Latina.
Brasil pasó por esa experiencia meses atrás y el gobierno se vio forzado a revisar sus medidas alcistas en los tarifarios del transporte y los combustibles. Argentina lo mismo y Nicaragua, tras la unilateral decisión del gobierno de aumentar las cargas de los afiliados de la seguridad social, también ha caído en el tobogán del descontento popular y nadie sabe cómo terminará, aunque presagia el fin de su gobierno.
Hay mucha sensibilidad entre los pueblos frente a toda medida que suponga una pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos o nuevas sobrecargas de precios o impuestos para sustentar las recaudaciones de los gobiernos, las que a su vez, en buena medida, deben de destinarse al pago de deudas externas o a la solución de déficit presupuestarios.
Haití, atrapado en la pobreza extrema y el abandonado, en sus horas más aciagas, por los países que dicen ser amigos solidarios, que sistemáticamente se valen de propagandistas financiados para lanzar acusaciones e infamias sobre las políticas migratorias de República Dominicana y sobre un supuesto discrimen racial hacia los haitianos, se encuentra en estos momentos en una caldera de disturbios callejeros y de indignación popular, que ya han provocado al menos tres muertes.
Bajo ese estado de cosas y de ánimo, lo previsible es que si no hay maneras de parar la “avalanche” callejera haitiana, salvo que el gobierno se desentienda del programa purgante del FMI, la crisis y la desesperación empujen a una “avalanche” mayor hacia nuestro país, cuya frontera, por más guardias y equipos que se desplieguen, es la vía favorita para el escape.
Pongamos, pues, las barbas en remojo.